Ante los ojos de todo el mundo pasan aún las imágenes de la catástrofe ocurrida en Japón, país que se encuentra en una de las más grandes pruebas de su historia. De las ruinas de la destrucción, tras el temor y la desesperación, nos llega el luminoso ejemplo de los técnicos que están trabajando sin descanso en la central nuclear de Fukushima para salvar lo salvable.
Voluntarios anónimos, especialistas generosos, que arriesgan la vida tratando de canalizar el desastre humano y ambiental que podría fluir de una fusión de la central nuclear. Este gran testimonio que dentro de pocos días pasará a la sombra mediática, ha interpelado particularmente a la pequeña comunidad internacional de las Hijas de San Pablo (en la cual se encuentra también una hermana japonesa) de Borgo Angelico, Roma.
Las hermanas, como centinelas, se han subdividido las horas del día con una oración especial entrando así en una cadena solidaria orante, non-stop, para sostener el esfuerzo de quien en Japón lucha contra el tiempo y el grito de quien ha perdido todo (una intención especial va, ciertamente, en favor de la Familia Paulina japonesa).
Oración que se extiende también a otras partes del mundo, en particulares dificultades, especialmente Libia. Esta pequeña información quiere ser simplemente una condivisión de vida en la gran red del web.