Queridas hermanas y jóvenes en formación,
A poco más de un mes de la muerte de Maestra Tecla, en marzo de 1964 padre Alberione consolaba así a las Hijas de San Pablo por la pérdida de tan grande «madre y maestra»:
¡No se aflijan tanto, porque ella no está ausente, está presente! Presente en primer lugar en el espíritu que ustedes han recibido y quieren conservar y vivir. Luego, en el cielo y en la tierra se necesitaba una maestra, una allá arriba y otra acá abajo. Ahora que ya hay una cierta comunidad allá arriba, se necesitaba ahí una superiora y el Señor ha dispuesto que haya una superiora arriba, y otra en la tierra. Entonces ustedes, especialmente las que le han estado más cerca, escuchen lo que ha enseñado, y lo que ha hecho…
Escribo esta carta en el día en que el evangelista Marcos se refiere al asombro de cuantos están presentes en la sinagoga de Cafarnaúm ante las palabras de Jesús, que « les enseñaba como uno que tiene autoridad» (Mc 1,21), que impartía una «enseñanza nueva», transmitida con palabras y acciones habitados por el poder de Dios.
El pensamiento se me fue a Maestra Tecla. En su vivir diario, tanto en sus gestos y como en sus palabras, nos ha enseñado, haciendose “signo”, que evangelizar no quiere decir difundir el Evangelio sino practicar «el Evangelio, antes de anunciarlo» (cf. CSAS 18,14), vivir y comunicar la fuerza transformante del Evangelio, dando testimonio de una “otra” vida, en la lógica de las bienaventuranzas.
En momentos difíciles, cuando las cosas que suceden me parecen que trascienden mis reales posibilidades de discernimiento e intervención, voy a la Primera Maestra. Me gusta detenerme frente al gigantesco cuadro ubicado en la pared del pasillo, al lado de mi oficina, y volver a pensar cuanto ha dicho y hecho. Su vida es un gran “libro”, del que aprovecho a manos llenas y del que intento aprender.
Hace unos días, preocupada por el crecimiento de los contagios en el mundo, volvía a releer algunas de sus circulares, esas escritas en los años de la segunda guerra mundial. Hay invitaciones a mantener la serenidad y la calma, a confiar en Dios «bajo cuya protección vivimos, suceda lo que suceda», a aprender a sufrir sin lamentarse «tomando todo de las manos del Señor», a rezar por quien sufre las consecuencias más graves del conflicto, a escribir más seguido a los parientes para consolarlos, a valorar la vida en común…
Me ha llamado especialmente la atención, e interpelado, la exhortación a continuar, «en la medida de lo posible, el proprio apostolado» (VPC 62), porque, incluso en el peligro, la única preocupación debe ser buscar «caminos de proximidad, manteniendo en el corazón la capacidad de sentir compasión por las muchas necesidades que nos rodean» (Papa Francisco a las Capitulares). Es el sentido de esa conocidísima frase de la Primera Maestra, que tantas veces repetimos: «Prestemos los pies al Evangelio: que corra y se difunda».
Prestar los pies al Evangelio, para ser signo de Cristo en el mundo. Por esto, como nos enseña Maestra Tecla y Papa Francisco repite en el Mensaje para la 55a Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, «comunicar encontrando a las personas donde están y como son», abiertas a escuchar, poniendo atención a lo esencial, distinguiendo la apariencia de la verdad, relatando, con toda honestidad, lo que hemos visto.
Maestra Tecla continúe protegiendo, inspirando y acompañando a la congregación, esta “criatura” que vió nacer, hizo crecer y por la cual ofreció su vida.
Con gran afecto,
Hna. Anna Caiazza
Superiora general