QUEREMOS VER A Jesús (JUAN 12, 20-33)
La frase irrumpe con fuerza en la página del Evangelio: ¡queremos ver a Jesús! La frase tiene el efecto de una piedra en el estanque: Felipe busca a Andrés, Andrés y Felipe buscan a Jesús. Y me parece la única respuesta posible para dar a los griegos. ¿Queréis ver a Jesús? Les doy una humanidad que se busca a sí misma y le busca a Él.
El rostro de Jesús es constantemente mencionado en los bordados de una comunidad que busca vínculos de hermandad. El perfil del rostro de Dios trazado por la trayectoria luminosa de una hermandad en constante elección.
El vuelo de los discípulos entra por los ojos de Jesús. Acoge a los dos amigos como cuando una flor acaricia a una mariposa. En el polen de la esperanza se posan Andrés y Felipe. Y tal vez esperan comprender, por fin, cómo será la manifestación del Mesías. Buscan fuera lo que aprenderán a buscar dentro.
Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, se queda solo; pero si muere, da mucho fruto. Para ver a Jesús se necesitan ojos capaces de ir bajo la corteza del mundo. Para la vida eterna, la semilla debe hacer brotar el misterio que late en lo más profundo.
Jesús pide a la mirada una doble profundidad: en la tierra y en el corazón de una semilla.