Queridas hermanas y jóvenes en formación:
No suelo escribirles para Adviento, en este tiempo, volando de una ciudad a la otra de Bolivia, Perú, México, encontrando a las hermanas y escuchando con el corazón sus alegrías, esperanzas y fatigas, ha crecido en mí el deseo de hacerlo.
Este año la fiesta del Beato Alberione está como umbral de entrada al nuevo Año litúrgico, esa “peregrinación” que parte desde Adviento y desencadena los itinerarios marcados por la Palabra, por los acontecimientos, por las obras, por los días que el Señor nos regala.
Reflexiono sobre cuantos “Advientos” han pasado en mi vida. “Pasados”, a menudo, casi sin darme cuenta. Cuatro semanas que se deslizan con extraordinaria rapidez, en el torbellino cotidiano de tantos “sagrados” compromisos, de las muchas “cosas por hacer” y pensar…
Este año, no. Este año quiero vivir, con todas ustedes, los llamados del Adviento: interrumpir la frenética carrera de la existencia; tomar consciencia de cuanto adviene dentro y entorno a nosotras; darnos cuenta del cansancio de quien está a nuestro lado, de los dolores de la humanidad; gozar de los dones, de la bondad y de la belleza; detenerse… y hacer silencio, dejando que Dios entre en el corazón, consuele, de fuerza y audacia, ilumine sobre el sentido de las cosas y de los eventos; vivir la «bienaventuranza amarga de la espera… esperar las cosas más grandes, más profundas, más delicadas, y esto no sucede de manera tempestuosa, sino según la ley divina de la germinación, del crecimiento y del desarrollo» (D. Bonhoeffer).
Queridas, invoquemos en este Adviento la intercesión de nuestro Fundador, para que se realice cuanto él anhelaba:
Que este tiempo nos sirva especialmente para pedir al Señor que se repita la venida, es decir, la Encarnación del Hijo de Dios, pero en mundo actual… Sobre todo pedir que el Hijo de Dios venga a nacer en nuestros corazones, en nuestras mentes; nos transforme, porque en esto consiste la redención de cada uno: llegar a ser símiles a Jesucristo: Conformes a la imagen de su Hijo (RSP, p. 304).
Buen camino de Adviento en compañía de la Virgen de la espera y del silencio, la discípula-misionera que habitada por el Verbo, lo viste de carne para la vida del mundo.
Con gran afecto, en comunión de alegría y esperanzaa.
Hna. Anna Caiazza
superiora general