Tú eres mi hijo AMADO
Marcos 1,7-11
El Bautismo es la declaración de amor de Dios por mí, de un amor que está de mi parte, que cualquier cosa que suceda no me abandona, que se ocupa de mi historia sin avergonzarse. Jesús ruega al Bautista, y a cada uno de nosotros, que no le impida estar a nuestro lado, entrar en nuestras muertes, en nuestros supulcros, en nuestros infiernos, porque de lo contrario no podría alcanzarnos y donarnos aquella Vida de la que tenemos imperiosa necesidad.
Dios sueña solo que el hombre finalmente se descubra hijo amado y predilecto, para que esto pueda suceder, Jesús debe poder hacerse hermano, solo así puede hacer de los hermanos los hijos del Padre.
En ese momento sentiremos pronunciar dentro de nuestro corazón la palabra del Padre: «Tú eres mi hijo amado, te amo por lo que eres y cómo eres. Te amo sin importar cuán grande sea tu pecado y tu fragilidad. Estoy aquí para cuidarte tal como eres. Yo he vencido la muerte, y con ella todas las muertes, esas que llevas dentro de ti y con las cuales no has logrado nunca reconciliarte».
La salvación, en última instancia, está toda aquí: ¡dejar que Dios me ame! Abandonarse, dejarse alcanzar por su amor así como somos. Dejarnos localizar en nuestros escondites más recónditos, tenderle la mano lejos de todo miedo, y permitirle que nos lleve de regreso a casa.
Tomado de las Homilías de padre Paolo Scquizzato
Mi fuerza y mi canto es el Señor;
Él ha sido mi salvación.
