Jesús se muestra en fila con los pecadores en la orilla del Jordán. En manera definitiva, revela que Dios es inequívocamente el «Dios con nosotros», o el Amor que me dice: yo estoy de tu parte, estoy para ti y a tu favor. Donde tu estás ahora, yo estoy contigo, te acompañaré, o aún más, te precederé donde quieras que vayas, incluso al infierno.
El bautismo, por lo tanto, es la declaración del amor de Dios por mí; de un amor que está de mi parte; que no me abandona, ante cualquier cosa que suceda y me suceda; que toma cuidado de mi historia sin avergonzarse, porque «no se ha avergonzado de llamarnos sus hermanos».
Ante la incomprensión de Juan sobre lo que está sucediendo, Jesús responde: «Deja hacer por ahora». Jesús suplica al Bautista y a cada uno de nosotros, de no impedirle de estar a nuestro lado, de entrar en nuestras muertes, en nuestros sepulcros y en nuestros infiernos interiores, porque de lo contrario no podría alcanzarnos y donarnos aquella Vida de la que tenemos terriblemente tanta necesidad.
Por lo tanto me conviene a mí y a cada uno de nosotros, que Jesús se sumerja en nuestras soledades y en nuestras sombras más oscuras.
En ese momento sentiremos dentro de nuestro corazón la palabra del Padre: Tú eres mi hijo amado, te amo por lo que eres y como eres. Te amo por grande que sea tu pecado y tu fragilidad. Estoy aquí para cuidarte por lo que eres. Yo he vencido la muerte y con ella todas las muertes y aquellas que llevas dentro de ti y con las cuales no has logrado reconciliarte.
Tomado del Libro Cada historia es una historia sagrada de Paolo Scquizzato, Paulinas 2019
Se abrieron los cielos y la voz del Padre dijo: «Este es mi Hijo amado: escúchenlo