A todas las hermanas
Queridas hermanas:
¡Es Pascua! Nos sentimos nuevamente invitadas al jardín donde fue sepultado el Señor. Como María Magdalena escuchamos su voz que nos llama, lo vemos, lo tocamos, nos gustaría retenerlo mientras le decimos, con inmenso amor, «Rabbuní… mi Maestro ».
Nos dejamos fascinar por el Rostro del Maestro ante el cual la Magdalena, al alba de la resurrección, se postró en adoración y fue enviada a sus hermanos, convirtiéndose en la superapóstola, la apostola de los apóstoles, figura de la Iglesia que, a través del anuncio, comunica la profunda experiencia del encuentro con el Resucitado: « He visto al Señor ».
María después del anuncio del ángel, se pone “rápidamente” en viaje para llegar a la casa de Elisabeth. María Magdalena, después de haber tenido la experiencia con el Cristo resucitado, se va donde los discípulos «con prisa» para contar lo que sus ojos han contemplado y sus manos han tocado.
María es la primera evangelizadora. María de Magdala la primera testigo del Resucitado.
Maria, plena de Espíritu Santo, canta el Magnificat. Maria de Magdala, que finalmente ha reencontrado al Amado de su corazón (cf. Ct 3,3), plena de alegría corre a anunciarlo.
Al mismo tiempo que acogemos la invitación del próximo Capítulo general, a levantarnos, a ponernos en camino confiando en la Promesa... la figura de Maria Magdalena abre nuestro corazón a una búsqueda siempre más ardiente del Señor, a un anuncio gozoso pleno de amor y de ternura, a una profesión de fe que se transforma en abandono de toda la vida en Aquel que es “el Fiel”.
Mis mejores y afectuosos saludos a todas, a las jóvenes en formación, a cada Colaborador y Cooperador. Que las personas, comunidades y centros apostólicos, lleguen a ser cada vez más “lugares” a través de los cuales se comunica la belleza del Resucitado, la fuerza y la energía de la comunión, el encanto y la frescura de un encuentro que transforma la existencia.
Con gratitud y gran afecto.
sor Anna Maria Parenzan
superiora general