Estamos concluyendo estos días de gracia en los cuales hemos saboreado tantas riquezas carismáticas, eclesiales y culturales… Y sobre todo, la riqueza de nuestra universalidad.
Siempre es una fiesta cuando nos encontramos y compartimos la belleza de nuestra vocación y concurrimos de cada parte de la tierra. Verdaderamente es consolante y nos abre a una gran esperanza, constatar cuántas hermanas jóvenes, en cada continente, se están cimentando en el apostolado editorial. Pienso que este encuentro, como el que hemos realizado aquí en julio sobre el tema de la formación, nos ha ofrecido un rostro bellísimo y joven de la congregación, signo de futuro para la evangelización.
El Padre bueno nos ha acompañado con su benevolencia, predisponiendo cada detalle: desde los relatores que han iluminado y ofrecido fuertes provocaciones para nuestro camino, a las ricas y apasionadas condivisiones que han trazado las valientes líneas para el futuro de la misión y a la alegría del estar juntas…. Han sido jornadas empeñativas e importantes, primero que nada para nosotras: nos han ofrecido la posibilidad de una pausa regeneradora, de un tiempo de formación en el cual hemos contemplado el don espléndido de la misión paulina y en particular, la “gracia del apostolado” editorial, como expresión eminente de la docencia paulina.
En la redacción y en el apostolado editorial, juntas hemos redescubierto el corazón de nuestra misión. Hemos mirado adelante en la búsqueda de nuevos caminos y modalidades para responder siempre de manera más eficaz y fecunda al mandato que hemos recibido.
Hemos comprendido la necesidad de prepararnos siempre más, también profesionalmente; de mirar más allá del horizonte, más allá de las estructuras consolidadas; de cualificar los contenidos y mejorar la organización para alcanzar un mayor número de interlocutores, en particular los jóvenes, las familias, las mujeres y cuántos quizás sin saberlo, están en espera de encontrar a Cristo; de compartir mayormente los recursos y buscar la posibilidad de realizar proyectos comunes.
El Espíritu nos ha hecho advertir la necesidad de abrirnos siempre más a una vasta colaboración entre nuestras circunscripciones, con la Familia Paulina (sobre todo con la SSP) y a nivel eclesial; de identificar formas eficaces para incrementar el interés por la lectura. Para cualificar la misión, hemos sentido el apelo para hacer opciones innovadoras, que nos hagan experimentar nuevos canales y modalidades de producción. En estos días, hemos sido provocadas a poner en acto toda nuestra creatividad, inteligencia y energía, para que la Buena Noticia llegue a todos.
Quizás hemos vuelto a sentir, en lo profundo del corazón, aquel dulce reproche del Fundador cuando repetía, con asombro y sufrimiento, a nuestras primeras hermanas (estudiantes de teología):
Temo tanto que no lleguen a comprender el tesoro que el Señor les ha puesto entre las manos y que no logren apropiarse de la herencia que el Señor quiere dejarles (FSP35, p. 164).
Sí, probablemente con el correr de los años, en contacto con diversas dificultades y crisis, hemos reducido un poco su pensamiento y no hemos comprendido en toda la amplitud y profundidad de la vocación paulina. Y de esto, pedimos sinceramente perdón.
Quisiera tener el mismo lenguaje místico y poético de Alberione, cuando hablaba de la misión paulina y, con profunda convicción, definía nuestra misión elevada y entusiasmante; cuando daba por descontado que cada Hija de San Pablo es «pluma de Dios, voz de Dios» (FSP54, p. 255); cuando nos igualaba a los evangelistas «movidos y guiados por el Espíritu Santo» (cf. FSP54, p. 255); cuando nos solicitaba a «dejarnos investir por la acción del Espíritu Santo para decir palabras vivas…» (cf. FSP54, p. 256), explicando muy simpáticamente de forma plástica, que las palabras vivas «se divierten como las ranas cuando agitan las patas…».
Compartiendo los grandes desafíos que nos esperan, hemos percibido – quizás en modo nuevo – nuestra pobreza, debilidad e insuficiencia, en comparación con una vocación tan bella y exigente. Y sobre todo, hemos percibido de modo más fuerte la necesidad de “entrar en el Pacto”, en la alianza con Dios, para desde su prospectiva responder, a los apelos que tocan nuestra vida y misión.
En la congregación, no somos las primeras, en sentir la gran desproporción entre la llamada y nuestra realidad, siempre muy insuficiente. Nos es de gran inspiración, también hoy, la fe de Maestra Tecla. Sor Rosaria Visco, contaba (1916-2005):
Cuando padre Alberione quería que las religiosas iniciaran la obra de redacción, elaboraran textos de catecismo y dieran vida a la revista femenina Così, M. Tecla no vaciló jamás, no dudó y no se dejó tentar por el desaliento. ¡Cuántas veces nosotras estábamos desalentadas y ella nos llamaba con decisión y firmeza a tener fe en Dios y en las gracias de la vocación! Si las cosas eran difíciles, arduas, completamente nuevas y humanamente superiores a las fuerzas y a la preparación, ella siempre decía: “¡Tenemos que poner fe, pero… de aquella! Y debemos rezar, porque la oración es nuestra fuerza y la debilidad de Dios”. Vivía y quería que viviésemos el secreto de éxito…
Y sor Ignazia Balla (1909-2003) recordaba:
Maestra Tecla tenía la audacia y el ardor de la apóstola que mira lejos, apoyada por la fe y por la fuerza de un gran ideal… Repetía: «No debemos perder jamás la convicción que somos buenas para nada y que es el Señor el que hace».
De verdad, también hoy, debemos creer que es el Señor quien hace y obra en nuestra debilidad y fragilidad.
Para una profecía paulina más audaz
En los trabajos de grupo han buscado de expresar – en las Líneas editoriales, que el gobierno general cuidará en la elaboración final y aprobará – la profecía paulina en respuesta a los apelos que el Señor nos dirige en esta hora de la historia. Han identificado algunos elementos esenciales, que si son concretizados, darán un “color” particular a la misión y nos ayudarán a desarrollar una Editorial Paulina:
– más fiel al carisma (identidad),
– más creativa y valiente (método/estilo),
– más atenta a las necesidades y lenguajes de hoy (contenidos)
– más misionera (interlocutores/nueva evangelización)
– más cualificada (formación)
– más en relación (colaboración)
– más organizada y sostenible (organización).
«Ahora las encomiendo a Dios y a su Palabra de gracia» (Hch 20,32)
Mientras concluimos nuestro Encuentro, sentimos entre nosotras, como una persona viva, al apóstol Pablo, el inspirado escritor de la caridad, que nos confirma el mandato apostólico y no sólo nos confía la Palabra, sino que nos encomienda a la Palabra, a la Palabra que nos ha generado, nos llama, nos forma, nos plasma, nos guía y quema el corazón. A la Palabra que es «un libro como de fuego»[1].
Estamos confiadas a la Palabra para convertirnos siempre más en “mujeres de la Palabra”, “mujeres de la alianza”, apóstolas que con fe y humildad se alimentan de la Palabra, tengan “alta la Palabra”, revistan esta Palabra con los colores de la belleza, desmíguenla para que pueda tocar los corazones de todos y llevar vida, luz, esperanza, paz, amor y acogida; pueda alcanzar las periferias y las nuevas fronteras del pensamiento, del diálogo profético con religiones y cultura (cf. Esbozo Instrumento de trabajo 11° Capítulo general, 30).
Apóstolas de la Palabra que reavivan la consciencia de ser como «marcadas a fuego por la misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar y liberar» (EG 273) y se empeñan por reencender la fe para “hablar las palabras de Dios” y comunicar su pensamiento (cf. PP, p. 696): es nuestra identidad y nuestra fisonomía en la Iglesia.
Padre Alberione, con voz sincera y emocionada, exhortaba a las superioras en el curso de ejercicios de veinte días en 1961:
¡Es necesario que se sienta el espíritu! Debemos dar lo sobrenatural… Hacer, trabajar, exigir que escriban, que impriman y que pasen largas tardes en el apostolado, ojalá para llegar a tiempo y que si recuperan dinero, se recupere también la salud para caminar, para andar… ¡Superioras piensen en la responsabilidad! No podemos desilusionar a las hijas jóvenes. Debemos hacer sentir que es la verdad, es la salvación que debemos llevar al mundo. Algunas veces también me viene de llorar, porque no he podido alcanzar a todo, ciertamente y mientras debo mirar a una parte, la otra ya ha caído… Pero Dios nos ha mandado para esto… Pesan sobre nosotros ¿cuántos millones de almas?… Notar bien que se repite: debe ser espiritual y debe ser espiritual lo que damos en el apostolado (SdC, p. 300).
Gracias a todas…
Gracias a todas, por la participación responsable y participativa.
Gracias a las hermanas del Equipo de coordinación – sor Anna, sor Natalia, sor Gabriella, sor Lucia y sor Shalimar – que han guiado los trabajos con discreción y sabiduría y no han dejado perder algún deseo, anhelo, esperanza…
Gracias especiales a los relatores por su comunicación competente y apasionada.
Gracias a las moderadoras, a las secretarias de los grupos y a las hermanas del equipo de redacción que han sabido interpretar y expresar la riqueza de las condivisiones.
Gracias a las traductoras presentes: sor Teresia, sor Susanna y sor Margaret; gracias a las diversas traductoras que han cuidado las traducciones de las relaciones y de las informaciones enviadas a la congregación.
Gracias a las hermanas que han redactado las noticias y a las de SICOM, que las han publicado en nuestro sitio y en las redes sociales; gracias a las fotógrafas.
Gracias a las animadoras de la liturgia.
Gracias a sor Lucia Simula y al equipo que la acompañado en preparar, con tanto esmero y creatividad las comidas y refrigerios de cada día.
Gracias a sor Ancy y a las hermanas de la Casa general por la acogida, oración y ofrecimiento cotidiano, precioso apoyo de nuestros trabajos.
«Levántate y ponte en camino…»
Ahora nos “dispersamos” nuevamente a lo largo de las calles del mundo, sobre las huellas de Pablo, Alberione y Tecla, para proclamar a todos la alegría del Evangelio, para “habitar con corazón nuevo el ilimitado territorio de la comunicación”, para ser auténticas “portadoras de Cristo”, miembros vivos y operantes de la Iglesia… apóstolas llamadas a hacer a todos la caridad de la verdad.
Nos ponemos en camino, confiando en la Promesa… y precisamente por esta Promesa, podemos y debemos recuperar la capacidad de soñar.
Papa Francisco nos recuerda:
Somos herederos de los sueños de nuestros padres, herederos de la esperanza que no desilusionó a nuestras madres y a nuestros padres fundadores, a nuestros hermanos mayores. Somos herederos de nuestros ancianos que tuvieron el coraje de soñar… Nos hace bien acoger el sueño de nuestros padres para poder profetizar hoy y volver a encontrar nuevamente lo que un día encendió nuestro corazón. Sueño y profecía juntos. Memoria de cómo soñaron nuestros ancianos, nuestros padres y madres y coraje para llevar adelante, proféticamente, este sueño (2 de febrero de 2017).
Los sueños son importantes. Tienen amplia nuestra mirada, nos ayudan a abrazar el horizonte y a cultivar la esperanza… son las estrellas luminosas y las que indican un camino diverso para la humanidad… Los sueños grandes son aquellos que dan fecundidad y son capaces de sembrar paz, fraternidad y alegría.
La vida religiosa se hace estéril si pierde la capacidad de soñar y de pensar en grande.
Llevemos a nuestras comunidades esta capacidad de soñar cosas grandes y bellas para la misión, convirtámonos en un rayo de esperanza para las hermanas, de positividad y de convicción que la gracia de Dios continuará a acompañarnos y a sostenernos. La fe puede cumplir, también hoy, verdaderos y propios milagros.
Maestra Assunta Bassi nos hacia esta confesión:
¿Qué siento, pensando en el camino de la Congregación? Me pregunto: ¿cómo se ha podido hacer? Y me convenzo que Jesús, nuestro Maestro, ha mantenido su promesa, ha estado con nosotras y ha hecho posible la expansión de la Congregación y sus múltiples iniciativas apostólicas.
Todo ha sucedido en el estilo de Dios: Él hace las cosas grandes en la simplicidad, en la pobreza y en el silencio… Nuestro ánimo se conmueve frente a la fidelidad y a la bondad infinita del Señor. ¡No teman! Es en Él que debemos contar.
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[1] Expresión usada por Papa Francisco en la introducción de una edición de la Biblia destinada a los jóvenes (2015).