Aplícate a ella con perseverancia.
Comprométete en la lectio con la intención de creer y agradar a Dios.
Si durante la lectio te encuentras ante una puerta cerrada, llama y te la abrirá el guardián, de quien Jesús dijo: «El guardián se la abrirá».
Aplicándote de este modo a la lectio divina, busca con lealtad y confianza inquebrantable en Dios el sentido de las divinas Escrituras, que en ellas se encuentra oculto con gran amplitud.
Ahora bien, no te contentes con llamar y buscar: para comprender los asuntos de Dios tienes absoluta necesidad de la oración.
Precisamente para exhortarnos a la oración, el Salvador no sólo nos dijo: «buscad y hallaréis», y «llamad y se os abrirá», sino que añadió: «Pedid y recibiréis», (4).
Carta a Gregorio, Orígenes