¡Hosanna al Hijo de David!
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les mandó: trajeron la burra y su borrico; pusieron sobre ellos los mantos y Él montó encima. El gentío, que era muy numeroso, extendía sus mantos en el camino, otros cortaban ramas de árboles y cubrían el camino con ellas. La multitud que iba adelante y atrás gritaba: « ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! ». Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se alarmó y se preguntaba: « ¿Quién es este? ». La gente respondía: «Es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea». (Mt 21,6-11)
Sentado en una burra, cabalgadura humilde, para no estar entre los líderes triunfantes que, montando sus caballos, tomaban posesión de las ciudades, Jesús hace su ingreso en la ciudad que mata a los profetas. Hoy, en lugar de las capas, extendemos nuestra vida delante de Él, para que entre en la nueva Jerusalén y todo nuestro ser lo aclame como Rey. Agitamos espiritualmente nuestras palmas ante Jesús que, en cada Eucaristía, regresa a su Jerusalén para reinar y salvar.
Ven, Rey de reyes
Ven, Señor Jesús.
Ven en mi historia.
Ven en mi tiempo.
Ven en mis deseos.
Ven en mis fracasos.
Ven en mis proyectos.
Ven en mis miedos.
Ven y habita en mí.
Porque tú eres el Rey.
Amén.
Tomado del libro Il Vangelo si fa strada de Roberta Vinerba, Paulinas 2019