De niña tenía en mi corazón el deseo de vivir de oración, vivir de Dios y solo para Dios. ¿De dónde procedía este anhelo irresistible de Dios? Pienso que nació de ese Dios que yo escuchaba proclamar en las canciones que mis padres cantaban en casa… Para mí era muy normal que la oración fuera intrínsecamente ligada al canto. No recuerdo mucho de las oraciones recitadas, sino los cantos grabados “dentro”, en aquella “cinta” escondida en los pliegues de mi corazón. ¿Quién podrá borrarlos?
Tenía 8 años cuando por primera vez he visto mujeres militares y también he conocido a las mujeres apóstoles, las Hijas de San Pablo; era la mañana de un sábado y con mi papá, por algunos de sus compromisos de trabajo, estábamos en un pueblo vecino al nuestro. Como de costumbre fuimos a visitar la Iglesia del lugar. Ese fue uno de los días más felices de mi vida: recibí mis dos primeros libros comprados por mí misma a las hermanas presentes en la muestra del libro. ¿Cómo olvidar ese día? Y luego aquellas gentiles y sonrientes religiosas me dijeron que eran de las Paulinas, que venían de la ciudad de San Paolo. Qué alegría cuando regresé a casa y les dije a todos que había conocido a las hermanas “paulistas” (no pensaba en San Pablo Apóstol, no lo conocía, sino a la ciudad de San Paolo). He leído esos dos los libros miles de veces. Pero no he sentido ninguna atracción hacia esas religiosas, no me decían “nada” salvo lo hermoso que, “vendían” libros para niños. ¡Hubiera sido un sueño volver a encontrarlas para poder comprarme otros!
Seis años después mi hermana Rosa conoció por casualidad a las Hijas de San Pablo y hoy también ella es Paulina. Rosa había escuchado hablar a las hermanas en la radio invitando a las jóvenes a ir a conocerlas. Fui con ella solo para acompañarla y para mi gran sorpresa se trataba de las mismas hermanas a quienes papá había comprado los libros para mí. Pero seguí sin pensar en el camino vocacional. Tenía unos 14 años cuando leí dos cosas que me llamaron mucho la atención: una invitación para alistarse en el Ejército brasileño (¡otra pasión!) y un artículo en el periódico de las monjas carmelitas. Pero no tuve el coraje de responder a ninguna de las dos. Ambas me fascinaban, a pesar de la extrema diferencia entre una vida militar y una monástica.
Una nueva etapa me esperaba. Cuando mi hermana, ya entre las Paulinas, vino por primera vez de vacaciones, me preguntó que deseaba yo para mi vida. Le dije de mi deseo de convertirme en monja carmelita. Y para mi sorpresa y especialmente para mi familia, un día llegó a casa una carta de una Hija de San Pablo. La hermana, en efecto, después de preguntarle a mi hermana Rosa por mi familia, ella le habló de mí y esa “astuta” Paulina, decidió enviarme una carta. A mis padres no les gustó nada esta historia. En la familia una religiosa era suficiente. Y cuando por primera vez recibí la visita de una Hija de San Pablo, lo primero que le dije fue mi deseo de ser monja, pero no Hija de San Pablo. Esta sencilla hermana me respondió de inmediato: “Ven con nosotras. Nuestro fundador, P. Santiago Alberione, dijo que debíamos ser «contemplativas en la acción y activas en la contemplación»”. En aquel momento no entendí bien el significado de ese slogan, pero por dentro sentí alegría. Después de 4 años de madurar mi vocación en 2001, también entré en la Congregación de las Hijas de san Pablo. Hice mi primera profesión en 2006 y mi profesión perpetua en 2012.
Pero alguien puede preguntar: ¿Y el Ejército? ¿Pero el Monasterio? ¿ y la vida contemplativa? A lo largo de estos años la Congregación, como Madre, con paciencia y amor, me ha hecho descubrir que mi hambre de Dios, de interioridad y mi sueño de contemplación no son solo mi búsqueda personal, sino que era sobre todo de San Pablo, de Alberione, de Tecla Merlo y de tantas Hijas de San Pablo. ¡La humanidad tiene hambre de Dios! Hoy, no soy militar, pero aprecio la disciplina, esa verdadera que nace de la libertad. No soy monja, pero por dentro vivo un poco como una monja cartuja. El Señor me ha encontrado, desde siempre Él ha sido el “lugar” que buscaba y buscaré por siempre.
Ana Paula Ramalho, fsp