Roma, 5 de febrero de 2024
Queridas hermanas y jóvenes en formación,
Hoy celebramos el 60 aniversario de la muerte de la Primera Maestra Tecla, pero nuestro corazón no sucumbe a la tristeza porque siempre sentimos a esta Madre cerca de nosotras, en camino con nosotras. A no sufrir “demasiado” por su ausencia nos exhortaba el mismo Fundador cuando, el 18 de marzo de 1964, escribía así:
No se aflijan demasiado, porque ella no está ausente, ¡está presente! Presente ante todo en su espíritu, que han recibido y quieren conservar y vivir. (…) Entonces la Primera Maestra tenía múltiples gracias, había comprendido la vida religiosa, pero sobre todo, lo que era excepcional, el apostolado como lo llamamos ahora de las comunicaciones sociales, es decir, de los medios técnicos que sirven para comunicar el pensamiento a los demás ¡Qué gran cosa fue esta!
Maestra Tecla ha encarnado y testimoniado el ideal vivido por Pablo y Alberione, traduciéndolo en aquellas notas de sabiduría cotidianas que han dado profundidad a nuestras raíces e impulso al desarrollo misionero de la congregación. Son raíces de comunión y pasión apostólica, que llevan linfa vital por la íntima unión con el Señor, por la frecuencia con su Palabra, por el compromiso de vivir cuanto él dice y hace:
Leemos el Evangelio y aprendemos los ejemplos de Jesús. ¡Practiquemos el Evangelio, antes de anunciarlo! (CSAS 18/14).
Motivación que se repite en las conversaciones y en los escritos de la Primera Maestra es la constatación que si el Señor, al llamarnos a la gracia del apostolado, nos hace “luz para el mundo” nuestro deber es llevar la Palabra de vida a cuántos la esperan y no la han recibido todavía:
Cuánto más se viaja, más se comprende la belleza y la amplitud del apostolado, y la necesidad de llevar a todos el Evangelio. Es realmente necesario dar gracias cada día al Señor, por habernos llamado a esta Congregación tan apta para estos tiempos y para todos los hombres (VPC 88).
Cuántas veces hablaba de llevar un poco de bien a las almas, de llevar un poco de luz al mundo», ha testimoniado de ella don Alberione. Su fe misionera se traducía en ansia apostólica para la Iglesia y toda la humanidad:
En el mundo hay tantos millones de personas, tanta gente que corre de acá para allá, pero ¿cuántos aman al Señor, cuántos lo conocen? Nosotras debemos sentir las necesidades de aquellas almas. Pidamos al Señor que las ilumine, que lo conozcan a él y la redención, y puedan salvarse. Pero nosotras, para hacer el bien a los demás, debemos hacernos santas. El apostolado es para hacer el bien, por lo tanto, ¡debemos sentir el tormento de las almas! (CSAS 143/13).
La santidad: para Maestra Tecla es rasgo esencial y determinante del ser apóstoles.
No es el número, sino la santidad lo que cuenta en los obreros que trabajan en la viña del Señor… Pidamos al Divino Maestro que conceda santas a la congregación. Sólo así se hará el bien (VPC 124).
«Los santos en el cielo continúan su misión según el poder que tienen con el Señor»: es siempre el P. Alberione quien nos lo recuerda a propósito de la Maestra Tecla. A su misión en el cielo confiamos hoy, 30 años después del lanzamiento de la Marca Editorial Paulinas, la renovada Marca Apostólica y el nuevo Logo institucional. Para hacer memoria de la historia vivida y relanzar el apostolado en el mundo contemporáneo.
Con gran afecto,
Hna. Anna Caiazza
Superiora general