La comunidad se vuelve social. Una comunidad que se presenta con su identidad sin negar o excluir la fe viva y vivida hasta la entrega de sí misma, mirando siempre al Señor Jesús: hub, centro de toda la comunidad. Una comunidad social ampliada, extendida, amplificada.
La web y sus canales digitales y streaming, hoy como ayer y quizás más que ayer, nos han hecho percibir la nueva era digital, confirmando la visión profética que, San Juan Pablo II escribiera ya en tiempos lejanos para lo digital, palabras prudentes pero de aliento.
El Papa Juan Pablo II, definió los medios de comunicación social «el primer Areópago del tiempo moderno» y declaró « no basta, por lo tanto, usarlos para difundir el mensaje cristiano y el Magisterio de la Iglesia, sino que se requiere integrar el mensaje mismo en esta nueva cultura creada por la comunicación moderna». Hacer esto hoy en día, es muy importante, porque los medios de comunicación social no solo influyen fuertemente en lo que las personas piensan de la vida, sino también y en amplia medida, «la experiencia humana como tal ha llegado a ser una experiencia mediática». (Cf. Carta Encíclica Redemptoris Missio, 37 y Aetatis Novae, n. 2).
Para disipar algunos supuestos y prejuiciosos juicios sería útil la lectura del documento La Iglesia en Internet (2002), que en tiempos de no Coronavirus nos indicaba la nueva oportunidad del mundo de las comunicaciones: “Si bien, el mundo de las comunicaciones sociales «puede parecer a veces contrario al mensaje cristiano, también ofrece oportunidades únicas para proclamar la verdad salvadora de Cristo a toda la familia humana. Consideremos… la capacidad positiva de Internet de transmitir informaciones y enseñanzas de tipo religioso más allá de muros y fronteras. Cuantos antes que nosotros han predicado el Evangelio, nunca podrían haber imaginado un público tan vasta… los católicos no deberían tener miedo, de dejar las puertas abiertas a Cristo en las comunicaciones sociales, para que Su Buena Noticia pueda ser escuchada desde los ¡tejados del mundo!»”.
Los comunicadores cristianos y católicos lo saben bien. No traicionar jamás la propia identidad y proclamar siempre Jesucristo, que es la misión de la Iglesia.
Nuestro hub (nuestro centro) es Jesucristo: el hombre de las relaciones auténticas y verdaderas. Proclamarlo a Él y solo a Él y su Palabra, proclamada y testimoniada, con el don del Espíritu Santo, llega donde quiere, cuando quiere y a quien quiere. También al hombre naúfrago en las derivas existenciales de la web. Muchos, garantizo esta afirmación, han encontrado sentido a la vida, de vivir en la vida real, a través de la web. Han vivido momentos en familia, antes nunca vividos, solo para citar una: la bendición de las familias a través de las redes sociales, cuando el párroco ha pedido, ahora ahí a sus hijos con a ustedes, bendíganlos y háganse bendecir, una señal de la cruz en su frente y en el corazón. Tanta emoción y conmoción, también los más duros y reservados padres han bendecido. Es el Espíritu, el que también actúa, a través de la web.
El encuentro con Él genera la comunidad que, en el mundo de la inseguridad global regresa con fuerza: la necesidad de comunidad y el antídoto a las community, al culto de la individualidad, a la exhaltación del Dios del algoritmo, a la humanización de la tecnología. Internet ha sido y sigue siendo una revolución y la investigación tecnológica avanza a un ritmo muy rápido sin permitirnos asimilar lo nuevo y los efectos en el hombre, aumentando así siempre más los desechos digitales y profundizando instancias y pobreza. Además, del complejo, pero fascinante mundo del yo del algoritmo, nuevos desafíos ya se asoman en el mundo tecnológico y digital. Una comunidad aparentemente social, pero real, bajo la sabia guía de los propios pastores que no han utilizado las redes o la utilizan como pasatiempo, para exponerse a sí mismos, para ser vistos, sino para hacer que brille Él y Su amor. Porque el Amor también pasa a través de un bit, trasciende las distancias, las diferencias; en comunión; una comunidad rica de identidad, transparencia, solidariedad y amor. Un verdadero don también por el sitio web.