Encontrar la profecía  

Mateo 2,1-12

Dios nace en Belén, hasta las estrellas lo dicen, el Evangelio parece sugerir que basta hacer bien el propio trabajo para iniciar el camino hacia  Jesús. Luego entonces es cierto, que los Reyes Magos se equivocan de camino, pero al hacerlo se entrecruzan con la sabiduría de la Biblia. Se encuentran con  la profecía.

Saber y Profecía se encuentran bajos los techos de Jerusalén, a un paso de la verdad, pero no pueden alcanzarla. La estrella solo se ilumina cuando los Magos vuelven a  caminar nuevamente. Entonces entendemos: la verdad quiere el saber de los Magos, la profecía de los sabios,  pero también el camino de los enamorados.

Herodes no camina. Y para él la estrella no se encenderá. Herodes no camina, asustado profundamente. Creo que un poco del miedo es legítimo. Que Herodes tenga un poco  de razón. Solo que hay que ver los regalos que los Reyes Magos traen a Jesús. Estos son tres  pistas fundamentales para relatar nuestra fe y, por tanto, también nuestros miedos a creer.

El oro. El oro es un regalo para un rey. La fe es reconocer a Jesús como  rey de nuestra historia. Pero ¿cómo no tener miedo? Tener un rey tan débil y frágil. ¿Creer en un rey desarmado, en un rey que no conoce otra justicia que no sea la misericordia?

El incienso. El incienso es para Dios. Pero ¿cómo no sentir un estremecimiento de temor cuando se nos dice que Dios es un niño que podemos tener en nuestros brazos? ¿Cómo no sentir miedo al saber que Dios es así tan terriblemente humano y frágil?

La mirra. Es para ungir un cadáver. ¿Cómo no sentir temor al pensar en un Dios que no se queda fuera de la muerte, sino que en la muerte entrará en nosotros hasta el final?

Te pedimos Señor,
la fuerza para asumir la realeza de la vida que se llama libertad,
para acoger el incienso que se abre al infinito,
para tomar la mirra que le ofrece a la vida un motivo para donarse.
Te lo pedimos con miedo, con temor y temblor.