Sono diventata Figlia di San Paolo perché mi piaceva lavorare in libreria. Ero convinta che attraverso la libreria si potesse fare del bene.
Una historia dice que cuando Dios formó con la arcilla la grande China, India y todas las otras grandes islas que hay en el mundo, se dio cuenta que en sus manos quedaban algunas migajas de arcilla. Sacudiéndose las manos, esta poca arcilla cayó en el Océano Pacífico formando las Islas Filipinas. ¡7107 islas, con aproximadamente 100 millones de Filipinos!
En una de estas islas, la de Iloilo, sesenta y cuatro años atrás, nací yo, cuarta hija con cuatro hermanos y tres hermanas. Mi familia vivía en campaña. Mi papá era campesino, mamá quedaba en casa y cuando podía ayudaba a cultivar la tierra. Ambos eran ricos de fe y de valores cristianos. Un sueño muy deseado por ellos era hacer estudiar a todos sus hijos, al menos hasta completar un curso académico. Y han tenido la alegría de alcanzar este objetivo.
Después de haber completado la universidad, enseñé en una escuela de las hermanas benedictinas en la ciudad de Bacolod. Me gustaba enseñar. Yendo a la escuela tenía que pasar delante de una Librería Paulina.
Tenía una gran curiosidad. Me preguntaba: ¿Quiénes son estas hermanas? ¿qué hacen en la librería? ¿por qué hacen este trabajo?
Poco tiempo después comencé a detenerme para mirar, para ver los libros y comprar pequeñas cosas para regalar a mis estudiantes. Cuando tenía un poco de tiempo libre, iba donde las hermanas y las ayudaba a quitar el polvo a los libros. Me gustaba estar con ellas, verlas cumplir su apostolado, hacerles preguntas. Quitando el polvo a los libros y estanterías me sentía una de ellas. De hecho, cuando debía comprar alguna cosa para la escuela, elegía los productos que eran un poco gastados para ayudar a las hermanas a “conjugar mejor el apostolado y la economía”… Después, en congregación, donde me encuentro desde hace cuarenta y un años, comprendí cuán importante es este compromiso en la vida de cada Hija de San Pablo. Es tan importante la relación apostolado-economía que en estos últimos dos años (2011-2012) se han realizado cuatro encuentros continentales para ayudar a las hermana a comprender mejor este concepto y ponerlo en práctica.
Recuerdo que la escuela donde estudié, en mi ciudad de Iloilo, era muy cercana a otra Librería Paulina. Iba siempre allí donde Sor Melania Ravarotto – una de las primeras pioneras de la fundación – me recibía siempre con una bella sonrisa. Cada tanto me preguntaba si me gustaría ser religiosa. Naturalmente, cuando entré en congregación, en 1971, fue justamente ella quien me recibió al descender de la nave y quien me presentó a Sor Atanasia Seganfreddo, entonces formadora de las aspirantes, y que actualmente se encuentra como misionera en Nairobi/Kenya).
(Un paréntesis: Sor Melania falleció en el 2004, cuando el Gobierno general estaba concluyendo la visita fraterna en Filipinas. Ha sido un gran privilegio para nosotras estar presentes el día de su partida a la Casa del Padre, donde recordará siempre su amada tierra de misión. Sor Melania es la única italiana, entre las pioneras, muerta y sepultada en Filipinas. Ella no quería regresar a Italia ni siquiera para las vacaciones, temiendo no poder volver a Filipinas. El Señor ha aceptado su deseo.)
Volviendo a mi itinerario vocacional, me viene a la mente la expresión evangélica: «¿De qué sirve a uno ganar todo el mundo si se pierde o se arruina a sí mismo?» (Lc 9,25). Este texto me ha dado mucha luz y fuerza en mi opción de formar parte de las Hijas de San Pablo, aún contra la voluntad de mis padres, de casi toda mi familia y también de la directora de la escuela donde enseñaba.
Mi madre, llorando decía: «Pensaba que serías tú quien me cuidaría en la vejez…». La directora trataba de convencerme, apelando a mi sentido de responsabilidad: «Si quieres realmente ir, antes, debes encontrar una que enseñe en tu lugar…».
Pero sentía en mí una fuerza que me atraía a dar aquel paso que cambiaría mi vida y al cual no podía resistir. La motivación no era del todo clara en mí, pero tenía el deseo de abrazar una forma de vida donde se daba todo para hacer el bien. Al final mi madre dijo: «Dejémosla ir, dentro de tres meses regresará a casa».
Los primeros tiempos en comunidad fueron duros, no por el trabajo ni por las pruebas, sino por la lejanía de la familia. Éramos 27 aspirantes. Recuerdo que el taller de encuadernación estaba lleno de todas nosotras. A mi me gustaba mucho trabajar en la encuadernación. Cada tanto, cuando habían urgencias, íbamos también después de cena. Éramos entusiastas porque sabíamos que las páginas del libro que estábamos haciendo haría mucho bien a las almas. Esta es la motivación que nuestras maestras nos repetían para estimularnos a cumplir el apostolado con santas intenciones.
A lo largo de los años otros textos de la Palabra de Dios me ayudaron a reforzar la convicción que no fui yo quien elegí esta forma de vida, sino que fue Dios quien me eligió a mí. La voz del Señor resuena todavía dentro de mí: «No me eligieron ustedes a mí; fui yo quien los elegí a ustedes. Y los he destinado para que vayan y den fruto abundante y duradero» (Jn 15,16). Recuerdo estas palabras porque me hacen sentir fuerte, como construida sobre la roca del proyecto de Dios para mí. Me gusta recordar a las jóvenes durante la formación inicial «Si se conoce el por qué de la vida, se soporta cualquier cosa que se encuentre en el camino».
Cuando partí de casa, mi madre esperaba mi regreso a casa dentro de tres meses. Ahora ella está con el Señor (falleció en el 2001), y estoy segura que pide siempre por mí, para que los tres meses de vida paulina nunca terminen. Además tuve la gracia de estar con ella en los últimos días de su vida terrena. Era contenta de mi presencia que tanto había deseado.
Soy Hija de san Pablo porque me gustaba trabajar en librería. Estaba convencida que a través de la librería se podía hacer el bien. Pero nunca he tenido el encargo de librerista a tiempo pleno. En cambio el servicio que me han pedido ha sido siempre referente a los ámbitos de formación y de gobierno.
Regresando a Filipinas el próximo año, después de este período de Gobierno general, tendré todavía la posibilidad – si Dios quiere – de trabajar en la librería. Y con la intercesión de Sor Melania, espero poder encontrar allí aquellas jóvenes que el Señor nos mandará para hacer el bien, con la librería y con todos los medios y los lenguajes de la comunicación social.
Inocencia Tormon, fsp