¡Entonces déjame caer en la tentación! (Lucas 4,1-13)
Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.
No es una mala idea.
Cuando estas caminando del desierto al Jordán te parece incluso buena. Es Dios quien lo inventa, se llama maná, y es una señal divina.
Pero cuando caminas en sentido contrario, como Jesús, del río al desierto, entras en la tentación. Y por eso Jesús lleva esa promesa a la radicalidad. Ya no es tiempo de milagros, no es la piedra la que debe convertirse en pan, es el hombre el que debe convertirse libremente en pan, eucarístico.
Yo les convertiré en pan.
El diablo le llevó a lo alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra… si te postras en adoración.
No es mala idea.
Desde lo alto el tentador dice que después de todo el poder no es malo, sólo hay que llamarlo servicio. Jesús se levanta diciendo que no quiere nada. Nada será mío porque
todo y todos serán libres.
Jesús es tan libre que decide traicionar las expectativas del hombre. Para ir más allá incluso de las palabras bíblicas, para encontrar un vado, para ir del río al desierto, a la raíz, donde aprendemos que la libertad no es poner a prueba la fiabilidad de los que dicen amarnos, sino no ponerlos a prueba en absoluto
El amor no es una vida puesta a prueba, sino que es la vida la que pide ser puesta a prueba por el Amor.
Amar demuestra que estamos vivos y somos libres.