He decidido decir “sí” a Dios. ¡Siempre!

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Nací en Montegrosso de Asti, sexta de ocho hijos de una familia de agricultores. ¿Por qué he elegido a las Hijas de San Pablo? Una vez llegaron a nuestra parroquia, las he visto llenas de vida, espontáneas; no nos reprendían por el vestido demasiado corto o demasiado largo… “Se puede ser religiosa manteniendo la propia originalidad, puedo hacerme una pregunta”, me dije.

Entré en la congregación muy joven, como estudiante. Después he conocido a Don Alberione y a las primeras hermanas que lo habían seguido. Me llamó la atención su fervor, su estilo de vida y el clima de familia.

Don Alberione era muy pequeño y un poco jorobado. En un primer momento quedé desilusionada: estaba acostumbrada a ver en mi familia campesinos robustos. Pero, inmediatamente, escuchando su homilía, entendí las razones que hacían de él un hombre que atraía a las personas. Me fascinaba el apostolado: ir a las familias a encontrar nuevas formas de acercamiento con la gente.

Al final de mi formación tuve un momento de crisis interior, ya no sabía por qué había decidido ser religiosa. Dicha crisis duró casi un año. ¿Qué hacer? Después he comenzado a pensar más seriamente: ¿qué ofrecer a Dios para sentirme satisfecha? Le he ofrecido lo que aprecio más: mi capacidad de amar y mi libertad. Dándole esto, me he sentido finalmente satisfecha. Después de la profesión perpetua he sentido dentro de mí una fuerza nueva.

En Taiwán entre los no cristianos

La superiora general tenía necesidad de 22 misioneras para América Latina, África y Asia. A mí me ha dicho: « ¡Tú irás a Taiwán! ». ¿Taiwán? ¿Dónde queda Taiwán? He decidido, simplemente, decir “sí” a Dios.

Llegué a Taipéi hace 45 años, el 1º de diciembre de 1972. Partí sin miedo, pero cuando llegué al aeropuerto hubiera querido tomar vuelo y volver a casa. No entendía nada de lo decían y me preguntaba: “¿Dónde he caído?”. Pero el Señor me conocía más de cuánto me conocía yo… me he encontrado muy bien en Oriente. El arte oriental y la música me atrajeron muchísimo; la caligrafía en las pinturas chinas se han convertido en fuentes de consuelo y de inspiración. Encontrarme con gente no cristiana ha sido seguramente un gran desafío; debía responder a preguntas que nadie me había hecho antes. He encontrado razones aún más profundas para mi fe, que nunca habría buscado si hubiera permanecido en un ambiente totalmente “católico”.

Las experiencias apostólicas y pastorales en Taiwán han sido bellísimas. Nuestro apostolado nos lleva a los ambientes de vida de la gente real. He visitado los templos budistas para comprender cuál relación tener con los fieles de otras religiones, a compartir nuestras experiencias de misión. Cuando la gente tiene problemas viene a rezar con nosotras y nosotras nos unimos al mismo tiempo con la Biblia y poemas de sabios orientales.

El envío a Pakistán

Ahora estoy por iniciar otro capítulo de mi vida: La superiora general, sor Anna Maria Parenzan, me ha llamado un par de meses atrás para decirme: «Como hace muchos años que estás en Asia y ahora estás más libre, pensé enviarte a Pakistán…».

No había pensado en un cambio tan radical. Me siento como Nicodemo: « ¿Cómo puede un anciano nacer de nuevo?». Pongo esta nueva aventura en las manos de Jesús. Cuando me hicieron esta propuesta me sentí sacudida interiormente. Nuestra vida en Pakistán a veces no es fácil, pero no podía rechazar. No sé cómo me irá, pero estoy dispuesta a ofrecer a Dios incluso el fracaso humano. De Taiwán llevo conmigo experiencias apostólicas muy ricas. Después del primer momento de incertidumbre, ahora me siento más libre y menos preocupada por el futuro. ¡Siento que Dios no me deja sola!

Ida Porrino, fsp


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