Creí que te encontraría en la perfección, pero te encuentro en mis partes no nacidas. Donde no amo como un hombre, donde no decido como un hombre, donde no soy libre como un hombre. Tú me esperas, me tomas de la mano, te sumerges conmigo. Adviento es que me esperas para renacer, día tras día.
El poder es peligroso, “tetrarca” es una palabra que recuerda el cierre de una trampa. El Bautista, en cambio, es libre. Porque está al límite, porque no tiene muros de palacio que contengan el viento de la libertad. El desierto libera. El camino libera. Hermoso como un éxodo, hermoso como la trayectoria de una migración.
Pensé que te encontraría en el centro de la vida, en un Arca, en una iglesia, me estabas esperando al margen. Me esperabas donde nadie espera nada de mí. Marginal es aquel que camina fuera de la lógica del poder, es aquel que propone un bautismo de conversión. Ahora lo comprendo. Ese bautismo era un cálido vientre de recomposición.
Lo que llamamos pecado no es más que una forma de no-humanidad, lo que llamamos pecado es todo lo que aún no ha nacido en nosotros. No se condena lo que no ha nacido, quizás si ayuda a nacer. Necesitas un útero gestante, un bautismo, necesitas sumergirte y resurgir con nuevo aliento.