El hombre desarmado
Matteo 11,2-11
Han detenido la espera, han puesto el desierto en una jaula, han robado el cielo a sus noches, han sofocado un grito de esperanza: han arrestado a Juan el Bautista. León inquieto, león en una Jaula; confuso, humilde, perdido, Juan ya no es él. La vida se ha vuelto estrecha, asfixiante, la libertad está encerrada en los pocos metros cuadrados de una celda. Y él, inevitablemente, cambia.
El Bautista que se confía, obligado a confiar en otros ojos, es un Bautista forzosamente diferente, más humilde, más humano. En la página de hoy nos recuerda que sin esperar el hombre no es hombre, nos recuerda que debemos esperar como él: desde una cárcel. Ahora es el momento de una espera desarmada. A menudo nuestras expectativas de la vida son sólo exigencias, queremos que la vida se adapte a nuestras necesidades.
El riesgo del Bautista en el desierto era atacar el tiempo para que sus palabras encontraran la razón. De la prisión no más. Es un hombre frágil y desarmado. Es hermoso. Frágil, aprende a reconocer y alegrarse de una esperanza superior a él (los ciegos recuperan la vista, los cojos caminan…).
Estamos llamados a una espera desarmada, a aprender con ojos capaces de reconocer la Esperanza, a asombrarnos de que nuestro corazón pueda volverse tan libre como para alegrarse de la felicidad de los demás.