Apenas hecha la Profesión Perpetua en el 1962, fui enviada a la pequeña comunidad de Ravena formada por cuatro hermanas. Trabajaba en la librería y me encontraba bien. Un hermoso día me llegó una carta de parte de Maestra Ignazia Balla, que en aquel tiempo, era la Superiora general. Me comunicaba que el Consejo había decidido enviarme a Pakistán con otras hermanas; este era el gran deseo, de la Primera Maestra Tecla, ya había querido, en esa gran metrópoli musulmana, una representación de las Hijas de San Pablo.
El propósito era llevar el Evangelio de Cristo a los pueblos de Asia. En su carta Maestra Ignazia me decía de quedarme con mi familia por una semana y luego fuera a Roma. Seguí la orden con tanta alegría, agradecida por haberme elegida como misionera. Cuando llegué a Roma, encontré a las otras dos hermanas, hna. Donata Bugnola y hna Docilia Pizarro.
En la capital nos hemos quedado durante mucho tiempo esperando una visa para entrar en la nación paquistaní. Conseguir permiso no fue fácil. Sin embargo, nunca perdimos la esperanza. Mientras tanto,
Maestra Ignazia nos envió a Filipinas. Después de dos meses de espera en Manila el 29 de junio de 1965, hna. Cleofe Zanoni, que era la Superiora Provincial de Filipinas, nos comunicó la bella noticia: finalmente había llegado de la Embajada pakistaní el aviso concerniente a la emisión de nuestros vistos. Rápidamente nos preparamos para ir a Karachi
Esta fue nuestra primera comunidad musulmana. Al llegar allá nos quedamos tres meses con las Hermanas de la Cruz, esperando encontrar un lugar donde poder abrir una librería. Gracias a Dios, lo hemos encontrado en junio de 1966, abrimos la librería justo en el corazón del casco antiguo de la ciudad, cerca de la Catedral.
Las actividades apostólicas no nos faltaron: librería, exposiciones en escuelas y parroquias, pastoral vocacional. De Karachi, entró un hermoso grupito de vocaciones paquistaníes.
Después de dos años llegaron otras tres hermanas de Italia y Maestra Ignacia vino a visitarnos. Ella, constató que éramos un buen número de hermanas, pero la presencia cristiana en Karachi era escasa. Así, ella pensó la posibilidad de tener otra presencia paulina en la ciudad de Lahore, donde los católicos eran más numerosos y mejor organizados. Ahora en Pakistán tenemos cuatro comunidades: Karachi, Lahore, Rawalpindi y Multan (esta última, abierta el año pasado). Durante 52 años he desarrollado mi misión entre Karachi y Lahore.
Ciertamente, nuestro campo de apostolado, en comparación con otras naciones, es más difícil, pero, felizmente, se puede ver que nuestros católicos paquistaníes tienen una fuerte fe, amor por la Biblia y una gran capacidad de soportar las injusticias que en estos pueblos, es algo común de su vida cotidiana.
En el mes de mayo de 2017 regresé a Roma, donde espero continuar de otras formas mi actividad misionera.
Elisabetta Riboni, fsp. Roma