… La predicación consistirá
en esa actividad tan intensa y fecunda
que es «comunicar a los otros
lo que uno ha contemplado» (EG 150).
Tengo la alegría de introducir este importante evento de Congregación que nos ofrecerá la posibilidad de penetrar en el corazón de la vocación paulina, redescubriendo el valor del momento creativo redaccional de nuestro apostolado.
Gracias a todas ustedes por haber acogido la invitación a participar de esta asamblea tan variada. Representamos de verdad el mundo paulino y nos sentimos aquí convocadas para volver a sentir, juntas, toda la energía profética de nuestra vocación: de hecho, la redacción es expresión fundamental de nuestra misión; el fundador ha trazado las líneas de apoyo, dedicando a este ámbito apostólico orientaciones muy inspiradoras.
Este encuentro, se sitúa en continuidad con aquellos vividos a nivel continental en el 2011-2012 cuando, para elaborar un Proyecto apostólico global, se puso la atención en el momento difusivo y en modo particular, sobre las librerías.
Continuando con ese itinerario, el 10° Capítulo general nos instó a:
Redescubrir el valor del momento creativo y potenciar la redacción, «esencia del apostolado», fruto de oración, estudio, reflexión y colaboración. Invertir nuevas fuerzas paulinas en las varias formas de redacción, cuidando la elección de contenidos y de los autores, recalificando nuestros sectores editoriales para que puedan responder siempre mejor a las nuevas exigencias pastorales.
En la Planificación del gobierno general 2014-2019, habíamos identificado dos líneas de acción para responder a tal prioridad:
a) la programación de Encuentros continentales de apostolado-economía centrados en su momento creativo, como una etapa más del Proyecto apostólico global;
b) el empeño en favorecer desde la primera etapa de formación el ejercicio de la redacción.
Considerando la necesidad de lograr objetivos concretos y compartidos, como ustedes mismas han sugerido, nos hemos orientado hacia un sólo Encuentro a nivel internacional, para reflexionar juntas sobre el empeño editorial como una expresión eminente de la docencia paulina; clarificar el rostro de la Editorial Paulinas, en el contexto de las transformaciones actuales; profundizar ‒ a la luz de los principios carismáticos ‒ qué contenidos, destinatarios y modalidad comunicativa asumir para responder a las instancias de la evangelización hoy; definir las Líneas editoriales.
Al Intercapítulo, celebrado dos años atrás, observamos cómo se ha dado, en estos años, un nuevo impulso al momento creativo, privilegiando los textos escritos por las HSP y realizando una más cuidada elección de los contenidos a editar, en respuesta a las reales exigencias de los destinatarios, en línea con las orientaciones eclesiales y con las características paulinas de la pastoralidad. Esto nos ha llevado a un progreso en la editorial multimedial y a una más sentida responsabilidad para evangelizar en el mundo digital.
Todavía advertimos la exigencia de cualificar mejor este ámbito apostólico para difundir “pensamiento paulino” y favorecer aquella vuelta misionera que todas deseamos.
A partir de la tradición del Instituto…
Ya en los Documentos Capitulares, fruto del Capítulo especial, se afirmaba que del momento creativo nace cada acción apostólica (cf. DC 105). En pocas palabras, se sintetizaba toda la tradición del Instituto que siempre ha determinado, en la redacción, el corazón de la misión.
Redescubrir la dimensión creativa y de consecuencia aquella bíblica, catequística y ecuménica que es uno de los “sueños” que también nos acompaña en este tiempo de preparación al próximo Capítulo. “Redescubrir”, porque se trata sobre todo de volver a recorrer la historia de la congregación para acoger la visión del Fundador en habernos confiado un mandato tan apasionante en la Iglesia y habernos estimulado y alentado hacia horizontes siempre más vastos. En la primera editorial de la revista Via Verità e Vita, p. Alberione escribía: «Por la naturaleza de la vocación a todos somos deudores, según el ejemplo de san Pablo y el corazón de Jesucristo Maestro divino».
En el pensamiento y en las directivas del Fundador, desde el inicio emerge la finalidad de preparar religiosas “escritoras” asociadas a la misión del sacerdote y por esto culturalmente bien preparadas. A la base de la formación cultural, en un primer tiempo, previó los programas de las escuelas Magistrales (superiores), sustituidas después por aquellas del Liceo y al final por los cursos de Filosofía y de Teología, del mismo nivel de los estudios de los seminarios. Sor Luigina Borrano recordaba que, ya en el primer noviciado canónico del 1929, el Primer Maestro afirmaba repetidamente que entre ellas habría jóvenes que se prestarían para la obra en la redacción, al lado de los sacerdotes.
Y en el 1932, el Fundador subrayaba con fuerza:
Es necesario que las Hijas de San Pablo se formen una cultura que las ponga a la altura de sus deberes. Entre estos el primer puesto lo tiene la “redacción”. En efecto… en la base de una radio-conversación simpática, de un artículo que se hace leer y de una revista atrayente, de un drama o de una película que arranca aplausos, debe estar el duro trabajo de horas y horas en el escritorio. En la Iglesia de Cristo deben estar los apóstoles que, casi sepultados vivos, en el silencio y la soledad, se sirven de la pluma para el servicio de Dios, luego de haberla sumergido en la tinta del corazón rebosante de amor (Mi protendo in avanti, pp. 415-416).
En el mes de febrero de 1936, p. Alberione anunciaba algunos “notables pasos” que la Familia Paulina debía cumplir «para corresponder a los designios de Dios». Entre estos “pasos”, la formación de las escritoras entre las Hijas de San Pablo.
Y repetía a las primeras HSP:
En efecto, vuestros años no son inútiles; cada año ustedes conquistan una parte de su misión y suben hacia el monte de Dios en el cual el Maestro Divino desea hablarles. Él les dice: Ustedes son la luz del mundo… Ustedes deben iluminar como una lámpara y como ella consumarse: consumar para el Señor las fuerzas físicas y todas las energías para que todos los hombres conozcan a Dios… Ustedes, mediante estudios bien hechos deben esforzarse a toda costa en la redacción. (FSP36, p. 491).
En julio de 1938, el Primer Maestro escribía con alegría y con algún temor por el futuro:
Sus riquezas no son los campos ni las casas; su verdadera riqueza son las ediciones, los libros escritos por ustedes… Prometamos ser constantes en usar la pluma… Una bella y devota oferta a san Pablo sería una pequeña pluma de oro o de plata en agradecimiento por sus 14 epístolas, en oración, en promesa. Este propósito va inserto en el examen como uno de los deberes principales de su estado y de la Congregación. El Señor les pedirá cuentas. (CVV 72).
La “pluma”, símbolo del compromiso en la redacción, fue efectivamente ofrecida en la tumba de apóstol Pablo el 25 de enero de 1939.
La “gracia de la vocación” ha actuado en nuestra pequeñez y nos ha permitido hacer cosas maravillosas: a través de los Centros editoriales, catequísticos, multimediales, las Hijas de san Pablo, han divulgado la extraordinaria experiencia de luz y de gracia que el Concilio proponía y han acompañado y sostenido la renovación bíblica, litúrgica y catequística.
Recorriendo nuestra historia, admiramos el humilde coraje de tantas hermanas, su infatigable empeño en la redacción en general y en aquella catequística en particular, la fatiga del estudio y de la constante búsqueda de nuevos caminos para el Evangelio. Y nos maravilla la insistencia del Fundador en promover la misión redaccional y en particular la catequística como «primera y fundamental obra apostólica», llamándolas constantemente como piedras fundamentales irrenunciables: la centralidad de Cristo Camino, Verdad y Vida y la totalidad del mensaje a comunicar. Él mismo confió a las Hijas de San Pablo particulares colecciones de libros, como por ejemplo, las biografías de los Papas, las obras de los Santos Padres, los Documentos de la Santa Sede, los álbumes ilustrados para niños, los libros de formación juvenil y toda la obra catequística.
Relevantes son también las iniciativas propuestas por el Fundador a la Primera Maestra con el fin de garantizar una producción editorial continuada y fecunda. Recordamos la constitución de la Sala San Pablo (1937), de la Casa de las escritoras (1952) y de la Oficina Editorial (1957).
La apóstola escritora: Como una llama del Espíritu
Cuando p. Alberione hablaba del apostolado redaccional, era particularmente inspirado. Decía a las escritoras de Grottaferrata, el 19 de diciembre de 1954:
Que las primeras escritoras no sean sólo santas, sino santísimas… es Dios quien las ha puesto aquí, Dios quien les ha puesto la pluma en la mano, es como si tomaran los apuntes de Dios y luego escribiesen. Vayan a la Iglesia, vayan a la Visita y luego pregunten al Señor qué cosa quiere que digan, después escriban. Accedan a la Misa, a la comunión, al tabernáculo… luego escriban. S. Agustín estaba muchas horas delante al tabernáculo, la cabeza apoyada casi en la balaustrada… Tomen sobre todo de Dios. ¡Sentir al Señor! Que vuestra obra llegue a ser apostólica: «Opus fac evangelistae».
Os hemos puesto bajo la cúpula, para que descienda sobre ustedes el Espíritu Santo. Cada una sea como una llama. Si no es así, encontrarán el oficio árido, el corazón vacío y la pluma parecerá que no quiera escribir…
Manténganse bajo la acción del Espíritu Santo, recen a la Reina de los Apóstoles… Deben quererse mucho, de otro modo serán hilos de oro, pero separados uno del otro. Se necesita que estén todas unidas, que se consideren parte importante del Instituto… Quisiera que sintieran la delicadeza de su oficio… ¡Sientan la delicadeza del oficio! Reciten las Letanías para la formación de los escritores… A veces se sienten lejanas, separadas y sin embargo, es necesario que estén aquí y si esta casa no hubiese sido construida, el Instituto debería preocuparse seriamente de construirla. Quédense aquí y encuentren las inspiraciones en Jesús y verán que Jesús hace grandes cosas por ustedes, como las hizo por S. Teresa y S. Catalina…
También en nuestros días, el 10° Capítulo nos ha exhortado a «redescubrir la naturaleza docente del Instituto para hacer a todos la caridad de la verdad en el mundo de la comunicación»:
En cuanto Instituto docente, debemos «¡ser la luz; la ciudad sobre el monte, a la cual todos miran!». Por esta vocación, «¡la más bella, la más adecuada a los tiempos!», es necesario siempre «leer, estudiar, progresar, instruirse», porque «debemos acompañar al mundo actual que siempre evoluciona; responder a las objeciones de este mundo y dar a este mundo el alimento adecuado, según la mentalidad que hoy existe». El apostolado, sin embargo, «sea acompañado siempre de humildad. Es necesario decir: Ni aquellos que plantan, ni aquellos que riegan conducen alguna cosa a término, sino Dios conducirá a término» (DC 14).
Para que la pluma cante entre nuestras manos…
La memoria de esta historia nos ayude a reencontrar, en la gracia de la vocación, nuevo entusiasmo y nuevo coraje para lanzarnos adelante con espíritu profético y ser en la Iglesia, aquellas apóstalas de la Palabra que anuncian con alegría y esperanza «las abundantes riquezas» de las cuales han sido gratuitamente colmadas.
El Espíritu nos done ser como antenas prontas para aprovechar los gérmenes de novedad y de bien que el Espíritu suscita también en nuestro tiempo.
Nos done poder valorizar mejor nuestros centros editoriales para que lleguen a ser lugares de elaboración de pensamiento, de compromiso cultural, de estudio (cf. VC 98). Lugares donde se puede vivir más auténticamente la mística apostólica paulina para que se perciba, más intensamente, la necesidad de ser canales de gracia.
Nos done el corazón ardiente de san Pablo, el enamorado cantor de Cristo…
Alberione así solicitaba a los sacerdotes escritores (pero nos solicitaría también a nosotras, hoy):
Oh, sacerdotes escritores, escribamos después de la S. Misa y hagámonos, canales por los que pasa la Sangre de Cristo desde su Corazón, llene el nuestro y por demasiado lleno se propague hacia los lectores…
¡Oh, escritor Sacerdote, el fruto depende más de tus rodillas que de tu pluma! ¡Más de tu Misa que de la técnica! ¡Más de tu examen de consciencia que de tu ciencia! (SP, 15 de diciembre de 1934).
Gracias de corazón a las hermanas, que en el curso de los más de cien años de historia, han tenido viva y luminosa la llama de la vocación redaccional y catequística; una llama que deseamos, continúe irradiando la luz de la fe y de la esperanza sobre la humanidad de hoy.