Acercarse a esta página del Evangelio en silencio es una precaución fundamental.
Basta una palabra fuera de lugar para socavar la perfección de la Anunciación.
El equilibrio perfecto entre la Sangre y el Viento, la Carne y el Espíritu.
La sangre asombrada de una joven que se siente amada por una mirada de Viento que había conocido toda su vida, pero que aún no había descendido tan profundamente.
Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Toda historia de Amor comienza aquí. Alegría, plenitud de amor y cercanía. De esta zambullida decisiva en nuestras soledades, las que sufrimos y las que elegimos.
Contigo, la historia se cumple siempre dentro de una propuesta de alianza. Este es el primer paso de Dios. Alianza que se consuma, en el evangelio, eligiendo la buscada poética de la periferia. Pobre arte el de la anunciación.
Poca cosa, como María. Pobre arte. El esplendor escondido en el polvo de los días.
Enamorarse de la sangre y del polvo para decir que la Esperanza florece en la carne de lo cotidiano.
Señor, sopla, a pocos días de Navidad, un soplo de Viento nuevo en las venas cansadas de nuestras existencias.
Dónanos la fuerza de la proximidad.
Dónanos el coraje del amor y la virginidad de nuestros ojos.
Dónanos la fuerza de decir sí a tu Palabra. Y que nuestro miedo no se oponga demasiado a tu imaginación.
He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra.