Ha recorrido el país del centro al Norte atrayendo una verdadera multitud humana. En la profunda crisis en la que nos encontramos, «no sólo económica, sino cultural y espiritual», todos teníamos necesidad de «una palabra de aliento y de estímulo».
También él, en medio de la tempestad que involucra a la barca de Pedro, tenía necesidad de encontrarse con la Madre de Jesús y tener una vez más la confirmación que Dios acompaña a su Iglesia.
Lisboa, Fátima y Porto han sido el escenario de las «impresionantes multitudes humanas» que se han movilizado para escuchar la palabra del Pastor universal.
Han sido celebraciones emocionantes de alegría y de entusiasmo por la simple presencia del Papa con su sonrisa abierta y desarmada y su palabra de esperanza, indicando caminos de fidelidad a Cristo y apertura al diálogo con la sociedad en la que vivimos.
A todos ha pedido aprender a estar en medio al mundo»: en la familia, en la cultura, en la política y en la actividad social, como presencia irradiante de perspectiva evangélica. Se ha alegrado con los jóvenes Yo Creo por el testimonio que dan a Cristo. A las personas de cultura ha hablado de la verdad y de la belleza como servicio que la Iglesia presta a la sociedad, abriendo horizontes nuevos de grandeza y dignidad.
A los sacerdotes y consagrados/as ha hablado de fidelidad y lealtad en la propia vocación, como discípulos de Cristo. «La fidelidad en el tiempo es el nombre del amor: un amor coherente, verdadero y profundo a Cristo». Ha pedido a los agentes de pastoral social de mantener la diferencia en el mundo, de ir al encuentro de las necesidades, respetando la dignidad de sus personas, defendiendo la vida humana.
Ha afirmado que el servicio de la caridad, desde los albores de la Iglesia tiene el carisma de los laicos, de todos los que tienen un corazón que ven las necesidades y de consecuencia actúan, como el Buen Samaritano del Evangelio.
En Porto, diócesis en misión, Benedicto XVI ha invitado a los cristianos a «preocuparse de los que no tienen fe, a dar siempre razón de su esperanza, a decir por qué creen, siempre prontos a dialogar sin imponer nada? aún siendo pocos, somos la sal de la tierra». Ha apreciado y alentado el plan de los obispos en el área del compromiso social, en la formación del clero, pidiendo ser cada vez más pastores del pueblo de Dios.
El punto culmen y meta de la peregrinación ha sido el santuario de Fátima: la oración del rosario en la capilla de las apariciones, mientras la plaza estaba iluminada por las velas y por la fe de 4 500.000 peregrinos.
En la homilía del día 13 el santo Padre nos ha sorprendido a todos, afirmando que «en la sagrada escritura Dios aparece siempre en búsqueda de un justo para salvar la ciudad humana, lo mismo hace aquí en Fátima: el mensaje de Fátima todavía no ha terminado. Nosotros cerramos la puerta, y Dios abre la ventana del cielo».
Ahora que el Papa ha regresado a Roma, Quién tiene la valentía del amor puede responder. Sí, santo Padre, el mensaje continúa hoy en la historia iluminándola, orientándola en los designios de Dios; continúa en la pequeña historia de cada uno de nosotros, de quien acoge el desafío de comprometer su vida por la salvación de la ciudad humana.