Queridas hermanas y jóvenes en formación:
Meditando el Prólogo del Evangelio de Juan, que la liturgia del día de Navidad nos propone, mi corazón ha sido – no por casualidad – cautivado por esta frase: «La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron» (Jn 1,5).
Luz y tinieblas: un conflicto que caracteriza la historia de todos los tiempos, también los nuestros. Pero, en estos días tan densos de oscuridad y llenos de dolor, se insinúa la Luz que vence toda tiniebla y que revela la presencia de Dios, aquí, con nosotros, cada día. Incluso en esta Navidad marcada por la pandemia.
Jesús, Luz del mundo, arroja migajas de luz que dan sentido a la historia e iluminan el camino, permitiendo proceder en la esperanza.
La esperanza, esa pequeña virtud niña que, escribe el poeta Charles Péguy, nace precisamente el día de Navidad y que lleva de la mano a las virtudes hermanas, la fe y el amor, y las guía porque «la esperanza ve lo que aún no es y que será».
La Navidad de este año sea para todas nosotras una verdadera conversión a la esperanza. Son ya tantos los brotes de esperanza injertados en las “raíces” de la Promesa, en la buena tierra de la vida paulina.
Que sea, el que se abre, un largo año navideño, un año bíblico de esperanza para nosotras que, como el apóstol Pablo, estamos llamadas al sagrado ministerio de proclamar el Evangelio de Dios (cf. Rm 15,16), un ministerio que, en el pensamiento del Fundador, se expresa en términos de luz: «Ustedes son rayos de esa luz que es Jesús. “Ego sum lux mundi” y “Vos estis lux mundi”, porque toman de Él y dan a los demás» (FSP56, p. 73).
Sin temor, levantémonos y pongamonos en camino porque la Promesa se renueva, la Esperanza nos tiene de la mano, está a nuestro lado en ese Hijo que nos fue dado, el Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
Queridas, también a nombre de las hermanas del gobierno general, Feliz Navidad y sereno 2021, en el signo de nuevos comienzos, bajo la protección de san José, «padre del coraje creativo» (cf. Patris corde, 5).
Este augurio llegue también a sus familias, a los laicos colaboradores, a los Cooperadores, a los amigos y benefactores, a los que va toda nuestra gratitud por su contribución a la proclamación del Evangelio en cada lugar del mundo.
Con gran afecto y en comunión de esperanza.
Hna. Anna Caiazza
Superiora general