Roma, 5 de marzo de 2014
Miércoles de Ceniza
Queridas hermanas:
En el año centenario de la Familia Paulina, iniciamos el camino cuaresmal: un tiempo más intenso de escucha de la Palabra, de contemplación del estilo de Dios que se revela en la debilidad y pobreza y del redescubrimiento del bautismo. Las lecturas evangélicas del año A, de hecho, son aquellas valorizadas desde los primeros tiempos del cristianismo para expresar las etapas del camino de iniciación cristiana y del significado del bautismo como el agua que brota para vida eterna (Samaritana); como luz (ciego de nacimiento); como paso a vida nueva (resurrección de Lázaro). Contemplaremos a Jesús tentado y transfigura-do; a Jesús que se autoproclama: agua viva, luz del mundo, resurrección y vida, y nos sentiremos invitadas a sumergirnos en su muerte y resurrección, a despojarnos de nosotras mismas para revestirnos de Él. EI itinerario cuaresmal podrá ser una preciosa oportunidad para dejarnos tocar, «dejarnos habitar por la Palabra para que genere en nosotras una mentalidad paulina, relaciones más evangélicas, audacia y profecía en el anuncio» (cf. Doc. capitular, primera línea orientativa).
La Palabra es una de las riquezas que el Señor ha querido donar a la Familia Paulina. Don Alberione escribía en la historia carismática: «Hubo un tiempo en que él tuvo una luz más clara acerca de una gran riqueza que el Señor quería conceder a la Familia Paulina: la difusión del Evangelio» (AD 136). El Fundador quería que el texto sagrado fuese expuesto en todos los ambientes; que las lecciones escolares iniciasen siempre con la lectura de un paso evangélico y él mismo confiaba: «El Evangelio que ha llevado consigo durante treinta y dos años, ha sido una oración eficaz» (AD 145). En los años 1936-37 hacía este propósito: «Mentalidad bíblica en Cristo en la enseñanza de san Pablo. Cartas paulinas. Oración bíblica en Cristo en el espíritu redentor paulino, a fin que pueda dejar vivir, pensar, hablar, amar a Jesucristo camino, verdad y vida en mí».
Momentos fuertes de asimilación de la Palabra, de asunción de una mentalidad bíblica son para nosotras la meditación y la visita eucarística: «El alma en la hora de adoración se pone en comunicación con Dios y madura, asimila y aplica cuanto ha aprendido» (AD 146). Papa Francesco subraya la importancia de esta asimilación, del detenerse a estudiar la Palabra con la máxima atención, con paciencia, tiempo, interés, dedición gratuita y sobre todo con amor para ejercitar un verdadero y propio “culto a la verdad” (cf. EG 146). De hecho, continúa Papa Francisco, el predicador «debe ser el primero en tener gran familiaridad personal con la Palabra de Dios… necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre una mentalidad nueva… debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta. Primero tiene que aceptar ser herido por esa Palabra que herirá a los demás… De esta manera, la predicación consistirá en esa actividad tan intensa y fecunda que es comunicar a otros lo que uno ha contemplado» (EG 149.150).
Pidamos al Espíritu de “tocarnos”, de conmovernos para que, habitadas por la Palabra, podamos entrar con Jesús en su hora, la hora de las tinieblas, del abandono y de la soledad, pero también la hora del amor, de la amistad y de la intimidad nupcial, para compartir con el Maestro su donación hasta el cumplimiento del amor; para derramar nuestra vida a sus pies, como María de Betania en un gesto de profunda adoración; para ser «dos en una sola vida», como le gustaba repetir al Fundador. Invoquemos, una por la otra, la fe de María, la Virgen del Sábato santo: una fe humilde, viva, abandonada en las manos del Padre, que cree contra toda evidencia y que, en la noche oscura, espera la aurora de Pascua.
Con afecto.
sor Anna Maria Parenzan
Superiora general