Romper la demora
Lc 2,16-21
Fueron sin demora. Un sentido de admiración y de envidia por los pastores del Evangelio. Ir sin demora es típico de jóvenes o de idealistas. Es típico de las personas libres, de las que no tienen nada que perder, es decir, todo por ganar. Ir sin demora es acción nostálgica, de cuando no se había comprendido la complejidad de la vida, de cuando se creía que todo fuera más fácil, de cuando se creía podía bastar nuestra buena voluntad. En cambio, Señor ahora, a menudo, demoramos. Permanecemos quietos, agobiados por temores y miedos, quizás incluso por la pereza.
María, por su parte, custodiaba. Custodiaba el hambre de amor del hombre y custodiaba aquel niño en el pesebre. Custodiar es un acto difícil porque lo que se custodia no se puede dejar ir, y lo que no dejamos ir, inevitablemente, pesa. Un corazón que custodia es un corazón que sabe llevar cargas. Es un corazón pesado el corazón de María, pesado de una vida que estaba manifestándose en toda su complejidad.
Podemos releer el Evangelio de hoy partiendo del final. Intentemos ver si todavía somos capaces de agradecer, busquemos razones para estar agradecidos de la vida. Y meditemos sobre ellas. Tal vez serán fragmentos, algo pequeño, como un niño en la noche. Pero aprendamos a custodiarlas.
Señor, ayúdanos a entrar en el año que comenzamos
desnudos frágiles y necesitados: como tú.
Ayúdanos a buscar y despertar el amor, sin demora.