María madre del esfuerzo por comprender
Lc 2, 16-21
«Virgen Madre, hija de tu hijo, en que su creador no desdeñó hacerse su creatura» (Dante).
María es madre del esfuerzo por comprender. Con la calma propia de los amantes se convierte en discípula de hijo. El absurdo, la duda, el cuestionamiento no le han perdonado si un día debe acudir a Jesús con la intención de llevárselo a casa creyéndolo loco.
María la madre, no ha sido preservada ni siquiera del dolor. El amor no ahorra el sufrimiento al amado, sino que acompaña, está al lado y com-padece.
Después de pasar una vida madurando a la luz del hijo, no se convirtió en Señora, sino en discípula, aferrada al patíbulo, descubriendo lentamente que cumplir una vida, no es ser rectísimo frente a la Ley divina sino un amor capaz de llegar hasta el fin.
María permitió a Dios llegar a ser grande en ella; permitiendo esta acción de Dios en sí misma, se convirtió grande ella misma: se expandió hasta llegar a ser plenamente ella misma, floreció.
En el vacio interior (virginidad), Dios ha encontrado el espacio suficiente y necesario para poder crecer. Nuestra pobreza es el lugar en el que Dios puede llegar a hacerse grande en nosotros.
Tomado de las Homilías del sacerdote Paolo Scquizzato