Soy Hna. Teresa, la tercera de las cuatro Hijas de San Pablo de la familia Marcazzan, compuesta por dos hermanos sacerdotes, una hermana y dos hermanos casados. Y de una hermanita que murió a la edad de 11 años, que marcó la existencia de todos nosotros. Los padres nos transmitieron la fe y las virtudes cristianas y humanas que, junto a la acción de nuestros sacerdotes, han moldeado nuestros caracteres y nuestra vida.
Tenía 11 años cuando fui a Alba a visitar a mis dos hermanas, Hna. Caterina y Hna. Federica. En ese tiempo eran aspirantes y yo quería quedarme con ellas. Maestra Amalia me dijo que yo era demasiado joven, a lo que le señalé que ¡algunas hermanas de la comunidad habían ingresado a la edad de 11 años a la Congregación!
Regresé a casa y retomé la escuela. Pero cuando mi hermano Giuseppe, entonces seminarista, fue a Alba a ver a nuestras hermanas, le hice prometer que apoyaría mi causa. Aún recuerdo el momento en que lo encontré a su regreso. Estábamos terminando las Vísperas. Me dijo que me aceptaban, pero con las condiciones puestas por nuestros padres: continuar mis estudios y en vacaciones de verano sin el hábito. Querían asegurarse de que tomase una decisión libre y más madura. Corrí a la iglesia para agradecer al Señor. Desde ese momento, mi sí fue para toda la vida. Todavía no tenía 14 años cumplidos.
Después del largo período de formación y una experiencia como formadora de las aspirantes en Roma, las superioras me pidieron que fuera a Uganda. Consulté a mi hermano, P. Giuseppe. Ya habían partido como misioneras mis hermanas. Federica a Chile y Hna. Gabriella a Japón. Él solo me dijo: «Ve». Era el año 1972. Me recordó cuanto me había escrito el P. Maestro antes de la profesión perpetua: «Toda bendición. Vivir en la fe: en las Constituciones y en las disposiciones de los superiores, encontrarás la santificación. Sac. Alberione». Mi camino estaba marcado.
Mi vida en la misión me ha abierto campos impensables de apostolado, ricos de experiencias, siempre vividos en la línea del “Pacto”. Desde la experiencia de formación a aquella de la librería (12 años en Uganda) y en la editorial (31 años en Kenia). Ciertamente, el mayor regalo ha sido la publicación de la African Bible, un signo tangible de una obra nacida y crecida en comunidad, en un clima de Iglesia ecuménica y con la colaboración de muchas personas.
La publicación de la African Bible permanece como el cumplimiento de la invitación del Beato Santiago Alberione: «Hijas de San Pablo, hagan la caridad de la verdad». La verdad es Jesucristo, pero aquella impresa y envuelta, es la Biblia. Nuestra vocación nos hace multiplicadores de la verdad, que trasciende todos los límites y nos hace «colaboradores de la Verdad» (Papa Benedicto XVI).
Teresa Marcazzan, hsp