En pañales
Lucas 2,1-14
Y mientras el poder ejercita su delirio tratando de contar a los hombres de toda la tierra, Dios, nace. Y mientras el poderoso de turno mueve migraciones de hombres en nombre de un loco censo Dios, simplemente nace. Es solo un recién nacido pero está ahí, está en el corazón de cada historia. Está en el corazón de mi historia. Ligero y vital como un soplo.
Señor que nuestra Navidad esté marcada por la capacidad de sentir tu dulce aliento sobre nuestra historia; vital, cálido aliento que ama, soplo de vida. Señor que en esta Navidad nuestro corazón pueda aprender que tú, y solo tú, eres nuestro aliento.
Señor que nuestra Navidad tenga los rasgos maternales de María. Que sea una Navidad de pañales: haznos capaces de vendar las fragilidades de nuestros hermanos, de curar sus heridas, de extender velos de misericordia sobre las rencillas familiares, sobre los malos entendidos… sobre todo lo que sangra en la vida del hombre.
Y luego deponer. Deponer el orgullo, deponer los resentimientos, deponer la vanalidad, deponer la violencia… deponer el miedo. Deponer nuestra vida, toda nuestra vida, en un pesebre… porque será Navidad solo cuando sintamos que somos hechos para alimentar la necesidad de amor que tenemos dentro y alrededor de nosotros.
Señor en esta Navidad donános el valor de mirarte, de mirarte a los ojos y de sentir que no eres tú quien nace hoy, tú ya has nacido; somos nosotros que debemos nacer, los que debemos renacer, finalmente, hombres: de pañales y deposición, de ternura y valentía. De libertad y cuidado. Hombres y mujeres tan humanos de ser capaces de gestos divinos