Navidad del Señor / Año Santo 2025
Queridas hermanas y jóvenes en formación:
Considerando lo que sucede en el mundo, confieso que estuve tentada de no escribir sobre la Navidad, esta Navidad violada por cohetes, drones, bombas que siembran muerte y destrucción, incluso en la tierra de Jesús.
Asistimos, como espectadores, a escenas dramáticas, a una crueldad sin precedentes; vemos, con total impotencia, niños que mueren, pueblos que huyen y países que no los acogen: no hay lugar para ellos… Como le sucedió al Niño que hoy contemplamos envuelto en pañales y acostado, indefenso, en el pesebre.
Sin embargo, no podemos dejarnos vencer por la resignación y permanecer en silencio. No podemos permitir que el ruido ensordecedor de la muerte nos deje sin palabras. Una vez más, en esta Navidad, contemplamos y proclamamos la Vida que era “del principio” y se hizo carne, se hizo historia en Jesucristo «y acampó entre nosotros», como escribe Juan en su Prólogo.
Él, el Verbo que es desde la eternidad; él, por quien «todo fue hecho, y sin él nada fue hecho de cuanto existe» (cf. Jn 1,1-3); él, cuya chispa de vida está grabada en las fibras más profundas de todo ser humano, de todo pueblo, de toda cultura… ha asumido la debilidad y la precariedad de la vida humana y mueve continuamente su tienda: tienda de nómada, tienda de exiliado.
Nos precede y nos acompaña. Allí donde nosotras movemos nuestra tienda, él mueve la suya y hace nacer la esperanza de comienzos siempre nuevos, invitándonos a fijar la mirada en la gloria de Dios que brilla en lo que no aparece, a mirar el mundo con sus propios ojos, sus propios pensamientos, su propio corazón.
Que en esta Navidad se haga realidad lo que don Alberione nos deseó en 1955:
Hacer el belén es una grande y bella obra de piedad, pero ante todo el belén debe hacerse en nosotras: el Hijo de Dios encarnado debe nacer en nuestros corazones, en nuestras mentes, en todo nuestro ser.
Feliz Navidad y sereno Año Nuevo, también en nombre de las hermanas del gobierno general. Mis mejores deseos para sus familias, colaboradores, amigos, bienhechores, hermanos y hermanas de la maravillosa Familia Paulina. Gracias por sus vidas, por su amor a la vocación, por la pasión con la que anuncian el Evangelio cada día.
Con gran afecto, en comunión de alegría y esperanza.
Hna. Anna Caiazza
Superiora general