Encarnar a Dios en el mundo
Lc 2,1-14
La Navidad es hacer memoria de nuestra tarea existencial más alta, que define el sentido de vivir: encarnar el bien y haciéndonos más humanos.
Si, encarnar el bien, o si queremos dar carne a Dios, dado que Dios es el sumo bien, el Amor.
Estamos todos ‘embarazados’ de Dios: debemos darlo a luz en el mundo.
Cada gesto de bien, cada fragmento de luz arrojado a las tinieblas, cada signo de cuidado que da dignidad al ser humano, cada palabra que edifica, cada abrazo que calienta y pone en pie, contribuirá a encarnar a Dios en el mundo, disipando la bruma de las tinieblas que envuelve toda la tierra.
La fatiga, el dolor, el llanto siempre acompañan nuestro renacer, esta es nuestra fatiga ascensional.
En los iconos antiguos, la imagen de la Natividad representaba al Niño Jesús – envuelto en telas fúnebres – depositado en un lugar oscuro, en una gruta tenebrosa. «Jesús nace hombre en Belén y muere Dios en cruz» (d. Michele Do).
Jesús, y cada hombre, nace como semilla y solo porque está colocado en el terreno de la historia donde conoce el largo trabajo del amor, el proprio viernes santo, florecerá en toda su belleza.
Por lo tanto buen nacimiento a todos.
¡Buena Navidad de resurrección!
Tomado de las Homilías del sacerdote Paolo Scquizzato