Hace poco fue publicado el volumen «Alle Figlie di San Paolo – 1955», a cargo del Secretariado Internacional de Espiritualidad. Recopila la predicación del Fundador en un año particular, dedicado a «conocer, imitar, y orar al Divino Maestro».
En este período, uno de los más fecundos de su vida, el Fundador advierte la exigencia de una formación espiritual y profesional más profunda, con la convicción que las personas son el bien más grande: «La Congregación tiene almas cada vez más paulinas en la mente, paulinas en el sentimiento y paulinas en la voluntad. ¡Esta es la mayor riqueza de la Congregación, almas bellas y de corazón apostólico!».
Don Alberione habla de la misión de las Hijas de San Pablo con tonos de gran entusiasmo: «Por tanto ‘para hacer qué cosa las eligió el Señor’ El Señor, según vuestra condición, las eligió para llevar la Palabra de Dios al mundo, como hizo San Pablo. (…) Es un oficio semejante al de María: dar Jesucristo al mundo. Es un oficio virginal que cuanto más pureza hay, mayor eficacia obtiene. Es un oficio de caridad (…). Es un oficio que no tiene confines, es decir que non tiene sino los confines del mundo».
Son páginas que pueden iluminar el camino de rediseñación, pero también para la preparación del centenario del nacimiento de la Congregación y de la Familia Paulina. Pueden favorecer un verdadero renacimiento?, fundado en la fe de los orígenes, cuando las primeras hermanas y los primeros hermanos nada veían respecto al futuro, pero creían.