ITALIA
100 años de Hna. M. Adriana Manera

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Reportamos de los augurios deseados a Hna. Adriana desde su comunidad de Alba.

«Querida Hna. Maria Adriana, con alegría participamos en tu Centenario el 19 de mayo de 2024.

Te deseamos lo mejor en nombre de todas las Hijas de San Pablo de Italia y del mundo.

Contigo damos gracias al Señor por las maravillas que ha hecho en tus 100 años de vida.

En el bautismo te han llamado Maria Paolina. Tenías 10 años cuando entraste en la congregación, en Alba, el 4 de agosto de 1934. Allí encontraste muchas jóvenes alegres, deseosas de bien, como el nombre de tu pueblecito Bonvicino, hermanas que te ayudaron a crecer y a superar tu innata timidez. En la escuela del teólogo Santiago Alberione y de la Maestra Tecla Merlo, te enriqueciste de conocimientos y de motivaciones espirituales y apostólicas.

En Alba, en Corso Piave 71, la iglesia del Divino Maestro estaba en construcción y la casa de la Divina Providencia bullía de adolescentes alegres. La casa San José bullía de iniciativas apostólicas. Adriana, tú te convertiste en la experta técnica, especialista en encuadernación de libros. Estos años se habían vivido entre miedos y problemas pero, cuando terminó la guerra, fueron muchas las jóvenes que llegaron de todas las regiones de Italia para conocer el nuevo Instituto, la nueva forma de apostolado con los instrumentos de comunicación social.

Desde 1985 empezaste tu servicio a las hermanas enfermas de Roma y Alba, un servicio de amor que duró más de 30 años.

En 1999, siempre agradecida a Dios por la vocación recibida, escribiste: Gracias, Señor, por la vida que me has dado, por mi padre y mi madre humildes y pobres que tanto me han amado… Gracias por haberme elegido viniendo a buscarme a mi pueblecito, como yo busco las violetas en medio de los setos, y me has cogido antes incluso de que floreciera… Gracias por haberme acompañado a lo largo de la vida, dejándome libre, pero siguiéndome siempre con tu ojo y tu mano para que no pudiera equivocarme. Gracias, por el bien que quizás he podido dar y recibir. Aún me queda mucho por comprender y aprender. Gracias, por llenarme de tu amor, porque ahora soy capaz de recibirlo y darlo. Gracias, hasta mi último aliento: ¡Señor me entrego a ti!

Hna. Maria Adriana, en coro te damos las gracias por toda tu vida: fuiste un ejemplo para nosotras, tus servicios estuvieron siempre acompañados de motivos espirituales, coraje y oración. Estuviste cerca de nosotras: amable, dulce, sencilla, buena, como las colinas de Langa del pueblo de donde venías, Buen vecino, Buonvicino».