Queridas hermanas:
Algunos trozos de esta composición poética de nuestra hermana Annamaria Galliano, me parecen un bello don en este día de resurrección, en el cual el amor de Cristo nos posee, nos envuelve (cf. 2Co 5,14), nos da alas como de fuego…
Con amor y ternura, quisiéramos hacer resonar, en todos los corazones, las alegres expresiones de Papa Francisco en su última Exhortación apostólica:
Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida… Ser joven, más que una edad es un estado del corazón (cf. Christus vivit, 1, 34).
Pascua es realmente la plenitud de la Vida:
El Espíritu Santo llena el corazón de Cristo resucitado y desde allí se derrama en nuestra vida como un manantial…. el Espíritu Santo te hace entrar cada vez más en el corazón de Cristo para que te llenes siempre más de su amor, de su luz y de su fuerza. (ChV, 130).
Mientras nos encaminamos hacia el 11° Capitulo general que nos solicita a tener un corazón joven para levantarnos, ponernos en camino confiando en la Promesa, volvemos a escuchar la invitación de profecía de Papa Francisco a no perder el fuego, a ser creativas y audaces, a ampliar los horizontes, a valorizar y alimentar los gérmenes de bien, a volver a la esencialidad del primer amor, a abrirnos a una búsqueda cada vez más ardiente y apasionada del Señor Jesús.
También nosotras nos sentimos interpeladas a vibrar en sintonía con la iglesia profundizando y compartiendo, en preparación a la Jornada mundial de las vocaciones (12 de mayo) y en el año vocacional de FP, las páginas plenas de fe y de dinamismo de la Exhortación postsinodal que lleva nuestra mirada sobre la Iglesia joven que todos soñamos.
Augurios afectuosos a todas, a nuestras jóvenes, a cada Cooperador y colaboradores. Las comunidades y los centros apostólicos sean cada vez más “luces de esperanza”, lugares que comunican la belleza del Resucitado, la gracia de la comunión, el encanto y frescura de un encuentro que transforma la existencia.
Con gratitud y profundo afecto.
sor Anna Maria Parenzan
superiora general