José es invitado a despertarse del sueño: « ¡Despierta! ». Al sueño de José corresponde el sueño de Dios, que siempre es aquel de volver a despertar al hombre de sus propios sueños. Es necesario vivir la vida, no limitarse a soñarla. José se despierta y responde a la llamada no con las palabras sino con la carne, con los hechos y en la verdad.
Obedecer significa escuchar la Palabra y traducirla en obras. ¿De qué manera? Toma contigo al niño y a su madre. Para cumplir el gran éxodo de la vida, para emprender el viaje de la realización de sí, la invitación es tomar consigo «al Niño».
Pero el poderoso de turno se enoja y da muerte al inocente. Así sucede siempre; pero el Evangelio dice que ha sido derrotado por un niño, es decir, una lógica por «otra», inaudita, es decir, jamás sentida ni vivida.
En el escenario de la historia por una parte tenemos a los reyes, los poderosos, los violentos y por la otra los sueños, los silencios, mujeres y hombres que creen poder hacerlo incluso sino ganan. Para el Señor es suficiente el sueño, aunque muy frágil, para llevar adelante su historia, para frustrar el plan homicida de Herodes; aunque sea solo para impedir que ello prevalezca en detrimento de su diseño de salvación, es decir, que todos los inocentes de la historia sean conservados en el amor.
Tomado del libro Cada historia es una historia sagrada de Paolo Scquizzato, Paulinas 2019
La paz de Cristo reine en sus corazones;
la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza.