Queridas hermanas y jóvenes en formación:
También este año la Pascua parece tomarnos por sorpresa. Nos sentimos, en efecto, todavía inmersos, como familia humana, en el vía crucis creado por la pandemia, poblado de filas de hermanos y hermanas azotados o muertos por la enfermedad, atravesada por el dolor de cuantos lloran la muerte de sus seres queridos. Un vía crucis que, sin embargo, tiene en sí evidentes huellas de resurrección en la lucha tenaz y colmada de caridad de médicos y trabajadores de la salud, en los muchos “cireneos” que se prodigan para aliviar la cruz del dolor, en aquellos que el Espíritu ha guiado para encontrar en tiempo record una vacuna capaz de derrotar este diabólico mal…
El viento nuevo de la resurrección penetra este largo “invierno” y lo fecunda de esperanza; el soplo del Viviente continúa alimentando el respiro del mundo.
Por esto, con asombro y renovada gratitud hacemos sentir con alegría – en nosotras y en torno nuestro – el anuncio pascual: «¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!». E iluminadas por la resurrección, dejémonos «transformar por su fuerza, para que también a través de nosotras, en el mundo, los signos de muerte den paso a los signos de vida» (Papa Francisco), escribiendo en nuestros días pequeños gestos que alimenten la esperanza, compartiendo el sueño de vida de Dios y promoviendo todo aquello que lo hace realidad.
Queridas que sea entonces, «Pascua de resurrección cada día» (don Alberione).
A este augurio que, junto a las hermanas del gobierno, quiero hacer extensivo a todos sus familiares, a los colaboradores y cooperadores, amigos y benefactores, uno de lo más profundo de mi corazón mi y nuestro “gracias” a cada una de ustedes por la cercanía afectuosa, orante y solidaria.
Con profundo afecto.
Hna. Anna Caiazza
y Hermanas del gobierno general
