Sueño con una Iglesia Poética
Y fue transfigurado delante de ellos, como si fuera la cosa más natural.
Me impresiona siempre esta simplicidad de la transfiguración, me parece el máximo elogio del gesto poético, me recuerda la conmovedora experiencia del Arte Povera (Mov. Artístico Arte Pobre).
Para ser comprendida la transfiguración, debe ser inclusiva, debe recoger todo, debe dejar cantar la verdad profunda de las cosas, de todas las cosas. Debe dejar que se filtre la alegría luminosa de los enamorados pero también aprender a reconocer la vida en el último aliento de los moribundos. En cada cosa. La transfiguración es un arte pobre, debe incluir la cruz y la muerte.
La Transfiguración es la mirada que aprende a reconocer la luz dentro de cada pliegue de vida, dentro en las horas de cada día, en el corazón de cada momento.
Subir al Monte de la Transfiguración es una tarea exigida a nuestra vida, diariamente, tal vez sea la verdadera diferencia evangélica. Un gesto continuo, cotidiano y poético. Transfigurar nuestra mirada aprendiendo a dejarnos alcanzar por la cálida luz que habita la vida.
Saber escuchar la voz íntima de las cosas.
Saber escuchar la belleza a menudo oculta bajo montones de derrotas, de errores, de banalidades.
Saber mirar a cada persona con los ojos de quien sabe bien que en el corazón de cada uno hay una luz que pide salir a la luz, hay un camino posible para la transfiguración personal, para el propio camino de cambio.