Roma, 25 de octubre de 2020
Solemnidad de Jesucristo Divino Maestro
Queridas hermanas y jóvenes en formación:
En el día que celebramos la solemnidad de Jesucristo Divino Maestro, recibimos con asombro y gratitud el bien más precioso que el Beato Alberione nos ha transmitido: «Yo no tengo ni oro, ni plata, pero les doy lo que tengo: Jesucristo, Camino, Verdad y Vida» (CISP 63). Contemplamos esa admirable síntesis que el Fundador ha querido plasmar en los iconos entregados a la Familia Paulina: Jesús con el Libro abierto y de pie sobre el mundo, en la actitud de un maestro itinerante cuya cátedra son las vías, que recorre bendiciendo.
Jesús, el Maestro para escuchar, es también el Camino para recorrer: «… y tus oídos oirán esta palabra detrás de ti: “Este es el camino, vayan por él”, si alguna vez vas a derecha o izquierda» (Is 30,21). Es el Camino a seguir para conocer la Verdad revelada en Él y para adquirir Vida en el Padre.
Recorrer este Camino significa convertirse en “mujeres del Camino” que del Maestro aprenden a escuchar, comunicar, rezar, servir, soñar… para levantarse cada día y ponerse en camino con Él, fortalecidas en su promesa, acompañando la vida, apoyando la esperanza, haciéndose signo de unidad. Porque recorrer el Camino es siempre experiencia de comunión.
En este tiempo tan particular por causa de la pandemia del Covid-19, que ha obligado a la humanidad entera a marcar el ritmo de su vida cotidiana a menudo de una manera inusual, se ha realizado esa “bienaventuranza” tan querida para nosotras: «Benditas las caminantes de Dios, que en el silencio místico del convento estudian los caminos del mundo y mañana los recorrerán para llegar a las almas». De la oración, del compartir, de la búsqueda en conjunto han surgido inéditas formas de acción misionera, nuevas oportunidades para sembrar la Palabra.
Nos done el Espíritu, que ha inspirado tan apasionada creatividad, para hacer crecer en nosotras la vida del Maestro, para ser con Él camino, verdad y vida para los hermanos y las hermanas (cf. Const. 7), dando testimonio de la Bella Noticia de su amor y de su infinita misericordia. Solo quien se deja transformar por este amor podrá contribuir a sanar las heridas de la sociedad y realizar una amistad social que no excluye a ninguno y una fraternidad verdaderamente abierta a todos, como desea el papa Francesco en su reciente encíclica Fratelli tutti.
Con profundo afecto, en comunión de fe y esperanza.
Hna. Anna Caiazza
superiora general