Con la difusión de la pandemia se ha hecho más evidente que nuestros comportamientos tienen consecuencias, positivas o negativas, sobre quienes nos rodean. Usar la mascarilla y respetar la distancia social son dos acciones a través de las cuales cuidamos de nosotros mismos y de los demás. Respetando estas dos reglas, cumplimos nuestra parte como buenos ciudadanos. Esta atención hacia los otros es fundamental también online, más aún hoy que nuestra vida se desarrolla dentro de entornos digitales que contribuyen en gran parte a la construcción de las representaciones sociales de la realidad. Pero ¿Qué responsabilidad tenemos? Luhmann[1] dijo que lo que sabemos depende de los medios. Hoy estas palabras son aún más válidas que ayer. Lo que consideramos verdadero depende siempre más de los medios digitales.
Una de las reglas básicas de la comunicación de crisis establece que la verdadera crisis no es lo que realmente sucedió, sino lo que las personas consideran que ocurrió. Sobre todo en un contexto de emergencia, las informaciones que consumimos tienen sus efectos sobre la realidad que pueden contribuir, por ejemplo, a facilitar o frenar la campaña de vacunación en curso. Sin embargo, a menudo, las reglas de una buena comunicación de crisis que deberían ser claras, coherentes y exhaustivas son poco claras, alimentando un sentimiento de desconfianza por parte de los ciudadanos. La abundancia informativa que caracteriza nuestro tiempo puede aumentar la sensación de desorientación percibida por los ciudadanos, en lugar de atenuar sus miedos. Tal desorientación puede verse agravada por conflictos entre niveles de Estado o entre expertos (virólogos, médicos, etc…) o incluso por los propios medios de comunicación y cada vez más por las redes sociales, convertidas en parte integrante de nuestra dieta mediática. A través de las plataformas digitales, encontramos información y entramos en contacto con múltiples puntos de vista que flanquean el flujo comunicativo de las fuentes oficiales. Pensemos en cuánta información nos llega de nuestras redes familiares o amistades a través de Facebook, Instagram, WhatsApp o Telegram. Ante tantas informaciones – a menudo contradictorias – provenientes de fuentes más o menores autorizadas, ¿a quién creer? La tentación es creerme a mí mismo, a lo que prefiero creer, a lo que coincide con mis convicciones anteriores, tal vez hijas de prejuicios y estereotipos.
En un ambiente de desconfianza generalizada la tentación es optar por creer más en un pariente o amigo del chat de jugadores en lugar de quienes son superiores a nosotros. Es evidente entonces que cada uno de nosotros tiene sus responsabilidades. Todos nosotros somos portadores de informaciones y somos llamados a ser prudentes al compartir contenidos. Compartir contenidos producidos por otros no nos hace menos responsables respecto a un post o un mensaje escrito enteramente por nosotros. Si prestamos atención a los contenidos que compartimos en el chat del Whatsapp familiar o escolar o en alguna de las redes sociales que tenemos cuenta, habremos hecho nuestra parte como buenos ciudadanos digitales.
Rita Marchetti
Associazione WebCattolici Italiani
Avvenire – Lazio Sette
[1] Niklas Luhmann (8 de diciembre de 1927 – 6 de noviembre de 1998) sociólogo y filósofo alemán. Aplicó la teoría de los sistemas sociales a la sociedad. Se le considera uno de los estudiosos más importantes de las teorías sociales del siglo XX.