Soy la Hermana Silvana Sauro y desde muchos años colaboro con el economato general. En 1981 fui enviada como misionera al Congo (entonces llamado Zaire) por tres años. Días vividos con gran fervor apostólico; un tiempo de alegría y compromiso para dar testimonio.
De esta experiencia quiero comunicar algunos aspectos del hermoso pueblo congoleño, tratando de dejar de lado los negativos, los males que están presentes en esta parte de África rica en recursos, pero donde la gente vive en la pobreza y en un clima de violencia de parte de los regímenes que lo gobiernan.
En las parroquias vibra una vida cristiana activa. El pueblo congolés es un pueblo acogedor y religioso. Vive en la presencia de Dios, en la confianza de que solo Él es el dueño de la vida.
Mi viene in mente lo que me ha dicho un “pousse pousseur” (una persona que hace el trabajo más mísero, empujar una carreta a mano para transportar cosas, como bicitaxi), parándome en medio del mercado: «Hermana, yo creo en Dios, como cree toda mi familia; yo creo que Jesús habita dentro de mí, porque Él me ama; por eso durante el día, cuando empujo mi “pousse-pousse”, caminando bajo el sol, yo no estoy solo, hablo con el Amigo que está dentro de mi corazón, me hace mucha compañía y me siento más fuerte en la fatiga». Me conmovió y recé a su Amigo para que se hiciera sentir siempre más cerca de él, de todos los hermanos congoleños y de mí.
Los congoleños consideran la lectura como un valor y hay muchas personas que ingresan a nuestras librerías para comprar un libro con el poco dinero que tienen. Para ir al encuentro de ellos, con hna. Domenica Attardo, fui varias veces a las escuelas entre los niños, para ofrecerles la posibilidad de comprar algunos libros como ayuda para su formación. ¡Qué multitud de jóvenes! Entre las jóvenes, hemos hecho tanta promoción vocacional, entregando un dépliant que ilustraba nuestra misión. ¡Qué entusiasmo por la vocación paulina! Y cuántas posibilidades para llevar a cabo el apostolado entre las personas que tienen tanta sed de Jesucristo…
Pero el Maestro inesperadamente tocó mi vida en 1984… Tuve que regresar a Italia debido a un problema poco claro en el intestino, que requería una urgente intervención quirúrgica.
Fui operada y al despertar de la anestesia, vi gente preocupada y apenada a mí alrededor. Sentí que la situación era grave. Escuché una voz: “¡Cuántas cosas le han quitado… pobre! ¡Quizás le quedan 15 días de vida! Pensé: “Señor, ¿por qué yo? No, no es posible. Estaba tan bien en la misión. Señor, déjame volver… ¿Por qué a mí???”
Me quedé triste, preocupada, sufriente. Pero, el domingo, en la misa, el Señor llegó a mí con las palabras de Pablo « Ya sea si vivimos o si morimos somos del Señor». Me dije a mí misma: “Soy una persona consagrada, pero ¿soy realmente del Señor?”. Fue la palabra clave que me hizo enfrentar con la paz del corazón las consecuencias de la operación.
Agradezco nuevamente a la Primera Maestra Tecla por la gracia que me ha obtenido: en esos días muchas hermanas le han rezado por mi recuperación.
Desde hace muchos años estoy en la Casa generalicia, al servicio de todas las comunidades del mundo. El economato, se ha convertido en mi lugar de misión y el entusiasmo y la pasión apostólica son los de aquellos tiempos.
Bendigo y alabo al Señor. ¡Todo sea por su gloria!
Silvana Sauro, fsp