7 de enero de 1919
Ayer por la tarde el querido Padre nos ha invitado a todos a hacer un Patto con el Señor. El Pacto que ha hecho él: estudiar uno y aprender cuatro. Esta mañana en la meditación nos ha repetido la importancia, los fundamentos, las condiciones y la invitación. Su palabra estaba inflamada de convicción y persuasión.
Los fundamentos son: la confianza en Dios, que ha prometido conceder a quien se la pide, la sabiduría: presenta los ejemplos de San Alfonso Rodríguez y del Cura de Ars.
La complacencia de Dios es que se confíe en Él. El querer de Dios que esta Casa exista y prospere: y la imposibilidad nuestra de estudiar para aprender cuanto es necesario ordinariamente.
La confianza es la que falta en el mundo, que el querido Padre no ha encontrado en ninguno todavía… Pero nosotros que nos fiamos de todo y de todos menos de Dios, somos estúpidos y tontos y nos espera un larguísimo purgatorio más allá.
Este es el primer medio para aprender: con esto nosotros desafiamos también a todos los estudiantes…, nosotros que estudiamos un sólo cuarto de tiempo. Entonces es necesario, para quien viene del Seminario, despojarse de las ideas del Seminario: es decir, se sabe cuánto se estudia; para quien viene de su casa, quitarse las ideas que se tienen en casa.
La importancia del Pacto: se necesita hacerlo en serio, después de todo se pierde la estima, tal como utilizar oro para hacer los clavos de los zapatos. Eso elevará el estudio que ahora ha caído muy bajo, con esto se progresará y se harán milagros. Y así: Dios no nos faltará: así es, lo prueba la práctica: creemos que así es.
Las condiciones:
1. Confianza en Dios; ocupar bien el tiempo. Quien tiene tanta confianza de creer que hará cuatro con uno haga el Pacto, si no, no lo haga, pero tampoco estudie en Casa.
2. Ocupar bien todo el tiempo concedido al estudio, pero prometerlo y hacerlo, si no el Pacto no vale.
3. Prometer servirnos de cuanto se aprende únicamente para la buena prensa y la gloria de Dios: seria promesa de mantenerse también a costa de sacrificios y de menor ganancia.
Si no se ponen seriamente estas tres condiciones, no se haga el Pacto porque no sería válido.
Invitó a todos a hacer con Dios este Pacto que él ya había experimentado, pero nos dejó completamente libres. Dios sería fiel. No dejarnos engañar por nuestra parte, en ninguna condición. En la Santa Misa, a propósito se han recitado las letanías de la Beata Virgen, el “Veni Creator”, 3 Pater, Ave y Gloria, uno por cada condición que se debe plantear.
Antes de las “Ave María”, el querido Padre, recitó la fórmula del Pacto, quien quiere la repita en su corazón.
La sabiduría viene de Dios. Dios en un instante puede infundirnos más sabiduría que el estudio de tantos años, como ha hecho con los Magos. Él es independiente del tiempo y de los libros: la confianza. La sabiduría de Dios es recta y verdadera: Dios ha hecho todo bien y no aquella de Kant, Carducci, Rousseau y símiles. “Quien pueda entender, entienda” (Mt 19,12).
Cuando nuestro Padre habla de la confianza en la Divina Providencia no encuentra más el fin de la predica; lo dice él mismo, las palabras le salen como inflamadas, los períodos como los dicta el corazón, sin verdadera lógica entre ellas, pero persuasivas.
El “Pacto” en el “Diario” de T. Giaccardo