Recuerdos indelebles

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Hna. M. Letizia PanzzetiRoma

Entre los recuerdos indelebles de mi camino vocacional se encuentra una nave semioscura de la magnífica catedral gótica de mi diócesis, Crema, donde me veo sentada en un banco mientras leo apasionadamente las Cartas de san Pablo. No recuerdo lo que comprendí de las palabras de san Pablo, solo recuerdo mi emoción. Aquel pequeño libro, encuadernado en rústica, con una imagen impresa del Apóstol, fue el faro de luz que ha iluminado mi camino. Tenía catorce años y frecuentaba la escuela media, recorriendo cada día 12 kilómetros en bicicleta desde mi pequeño pueblo hasta Crema. Un día, al salir de la escuela, llamaron mi atención dos hermanas que estaban abriendo la puerta de una pequeña librería. Sí, era verdaderamente una librería… La asociación «hermanas» y «librería» me pareció absolutamente nueva y muy interesante. Por eso, cada día salía corriendo de la escuela para poder ver a las hermanas e intercambiar alguna palabra con ellas. Me invitaban a rezar, trataban de explicarme la hermosura de la vocación paulina, y un día… me regalaron las Cartas de san Pablo. Desde entonces Pablo se ha convertido en una ininterrumpida compañía. Creo sinceramente que toda mi vida, a pesar de un montón de límites y errores, ha estado iluminada, guiada, confortada, salvada por mi padre y amigo san Pablo.

Cuando ingresé en la congregación en Alba, se respiraba un clima de mucho fervor; cada semana llegaba alguna joven para engrosar las filas. Existía una gran actividad en la tipografía y en la encuadernación; nos habían inculcado el valor del trabajo y la sacralidad de los lugares de apostolado. Superando el ruido de las máquinas, con voz alta, la jefe del reparto entonaba de vez en cuando alguna jaculatoria. Nunca olvidaré la alegría y la dulzura que sentía al pensar que -estaba trabajando para confeccionar libros que hablaban de Dios a la gente.

Frecuentemente el Fundador visitaba la gran comunidad de Alba que se reunía para escuchar sus meditaciones. Era un momento mágico para nosotras las postulantes. En aquellos años, una de las clases que más me fascinaba era la de san Pablo. La Maestra explicaba y nosotras tomábamos apuntes; no teníamos libro alguno sino las Cartas. Antes de comenzar la lección era tradición que se repitiesen de memoria algunos versículos de una carta paulina, en latín… Gracias a este método me encuentro ahora con la sorpresa de recordar de memoria casi toda la segunda carta de Pablo a Timoteo.

Mi noviciado concluyó en Roma con la profesión en manos de don Alberione; era la primera profesión celebrada en el Santuario de la Reina de los Apóstoles, apenas consagrado.

Sor M. Letizia, sor M. Ida, sor Timothy y una colaboradora, en la oficina del SIA.

Durante los estudios de filosofía y teología, teníamos experiencias apostólicas: la propaganda estival, en una casa filial; las semanas bíblicas y de catequesis; los primeros trabajos de redacción. Me habría gustado escribir; y también me dijeron que tenía disposición, pero los caminos de Dios me llevaron, por el contrario, a dedicarme más a la animación y formación apostólica y a la difusión. Después del noviciado, durante más de veinte años he trabajado con sor Assunta Bassi, verdadera «maestra» de vida y de apostolado paulino. He aprendido mucho de ella, en numerosos encuentros de formación para el apostolado, arriba y abajo por Italia, en los momentos tan hermosos de nuestra expansión; he seguido directamente la nueva experiencia de la propaganda colectiva; las grandes exposiciones, como la exposición «Mostra della Chiesa», querida por don Alberione con motivo del Concilio; el acompañamiento de las librerías cuando comenzaban a desarrollarse los audiovisuales y videos, después del ocaso del 16mm. He hecho también una experiencia interesante durante cuatro años en el entonces Centro «Ut unum sint», que me ha proporcionado conocimientos y me ha abierto horizontes en el campo ecuménico.

En 1958 me pidieron el trabajo en el Secretariado Internacional de Apostolado (SIA), donde, junto a sor Gloria Bordeghini, una hermana «explosiva» en las ideas y en el fervor, hemos vivido una concreta colaboración con el Gobierno general y con las hermanas del mundo. La organización de los encuentros continentales de apostolado-economía, que se han sucedido desde 1986 a 2003, me ha ofrecido la posibilidad de profundizar temas de apostolado y de aprender mucho de las experiencias apostólicas de las Paulinas de los distintos países. El íntimo impulso para mí, en estos caminos apostólicos, era el “… pobre de mí” de san Pablo, o sea, el imperativo de anunciar el Evangelio, siempre lanzada hacia adelante; y dando solidez espiritual a cada obra.

El intermedio apostólico que me apasionó fue cuando sor María Cevolani, superiora general, me encargó estudiar el proyecto y de acompañar la apertura de un Centro apostólico internacional en Roma, que fue después el Centro “Paoline Multimedia”.

Centro Paoline Multimedia

En el 2004 se me ofreció la oportunidad de profundizar, juntamente con óptimas hermanas, el tema de la colaboración de los laicos en la misión paulina. Lo que he aprendido y experimentado en aquel trabajo me resulta muy útil hoy, en España. En efecto, aquí, en las 5 librerías compartimos la misión con los colaboradores laicos y les acompañamos mediante la formación, para que participen como laicos en el carisma, asuman mayores responsabilidades apostólicas y ofrezcan una calidad a la misión. Aquí gozo por las hermosas realizaciones de nuestra editorial; y sobre todo me conmueve la dedicación de vida de las hermanas.

Miro al pasado, a mis 50 años y más de vida paulina. Cuando Dios me pida arriar las velas, deseo repetir, con mi amado san Pablo, su acto de fe, el que me ha sostenido cada día: «Sé de quién me he fiado». Y no me bastarán las palabras para agradecérselo.

Letizia Panzetti, fsp