Aunque muera. Vivirá.
Cuando supo que estaba enfermo se quedó dos días en el lugar donde estaba.
No corre Jesús. Él decide cuándo. Él es el Señor del tiempo.
Al llegar cerca de la tumba Marta lo apremia: ¡si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto! Jesús recoge Gesù esa frase que es un poco verdad y una poca locura, que está marcada por el dolor y el amor.
Si crees, dice, yo estoy contigo. Y si yo estoy contigo tu gesto es ya eterno. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá. Ahora.
María, la otra hermana, vuelve a plantear la pregunta: si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto. Esta vez la respuesta de Jesús está hecha de lágrimas, lágrimas con las lágrimas. Dolor con dolor. Como si dijéramos que una misma pregunta debe ser respondida de dos maneras: contando esperanza y compartiendo dolor: nunca las dos cosas separadas. Jesús estalló en llanto.
Desátenlo y dejenlo andar. Sus Palabras, al fin y al cabo, son palabras de libertad. Ningún poder puede vencer al Amor. Ni siquiera la enfermedad, ni siquiera la muerte. Y Lázaro, primero liberado, es dejado andar. Ayúdanos Señor a dejar andar la vida, a no retenerla, para amar, y amar siempre libremente, hasta el final, más allá del final.