Mientras me encontraba con mi tía y con el Padre Giuseppe, hermano de mi madre, sentía gran interés por la biblioteca que él tenía en su estudio. ¡Cuando él se ausentaba, aprovechaba para mirar y leer los títulos de los libros y algunas páginas! Un día encontré un álbum de las Hijas de San Pablo. Me lo tomé y lo llevé y por muchas noches, antes de dormir, lo leía y admiraba las fotografías. Este ha sido el inicio del “deseo” de hacerme religiosa.
En 1950, Año Santo, sabía que algunas jóvenes de mi parroquia, “aspirantes” de la Acción Católica, irían Vicenza a casa de las hermanas Doroteas para un retiro espiritual de tres días y fui también yo. En aquellos días pedí al Señor y a santa Bertilla Boscardin de concederme la gracia de ser religiosa y de ir en misión.
Desde cuando mi hermana Caterina había entrado en Alba a las Hijas de San Pablo, las Paulinas de Verona iban a menudo a nuestra casa. Vino también Maestra Assunta Bassi a tener un encuentro con las jóvenes en la parroquia y nos habló de los retiros que hacían en Verona. Fui con mi prima (futura sor Eusebia) y allí encontramos a muchas jóvenes; entre ellas, Sergia Ballini que nos tenía alegres con su armónica.
Al final del almuerzo, todas ayudamos a reordenar a casa. Yo fui a la cocina con una pila de platos para lavar. Entrando, me detuve a observar a las dos hermanas que lavaban los platos: eran felices, reían. Aquella escena no la olvidé nunca: me quedó grabada en los ojos y en el corazón. Me decía: “¡Me gustaría ser feliz así!”. Aquella jornada fue bella, una experiencia sencilla de gran alegría.
Mi decisión ya estaba tomada: iría a Alba… pero no inmediatamente. Pero un día, llegó a casa nuestra prima Eusebia, llena de alegría, para comunicarnos que había decidido partir a Alba. Y con énfasis me dijo: « ¿Vienes también tú?» Aquellas pocas palabras me asustaron y me puse a llorar. Mamá quedó sin palabra, papá, en cambio se enojó y me dijo: «Eres demasiado joven [tenía 16 años]. ¡A Caterina le creo, pero a ti no!».
Finalmente, Eusebia y yo entramos en Alba, el 15 de marzo de 1952. Yo fui acompañada por papá.
Los años de Alba y los de Roma… la formación recibida: ¡Cuanta gracia de Dios y cuánta benevolencia! Después los primeros pasos de vida apostólica en propaganda, en librería… Luego el servicio de vocacionista.
Tenía 31 años y me encontraba en Trento cuando recibí una carta de Maestra Ignazia en la que me pedía de prepararme para ir a Chile. Después de 20 años en Chile, 6 en Venezuela y 19 en Perú-Bolivia, puedo decir que, en mi pequeñez y pobreza, el Señor ha tenido mucha paciencia conmigo y tanta misericordia. ¡Debo mucho a todas las superioras que he tenido, desde la Primera Maestra en adelante, tanta bondad, compasión y estímulos! También he gozado de la estima y del afecto de muchas hermanas, diría ¡demasiado!
Federica Marcazzan, fsp
Roma, 29 de noviembre de 2016 (XV aniversario de la muerte de mi hermana sor Caterina).